Gobierno apuesta a elección de octubre tras derrotas legislativas
La administración de Javier Milei atraviesa un momento de profunda reflexión interna tras la serie de reveses parlamentarios que evidenciaron las limitaciones estructurales de su capacidad legislativa
La administración de Javier Milei atraviesa un momento de profunda reflexión interna tras la serie de reveses parlamentarios que evidenciaron las limitaciones estructurales de su capacidad legislativa. La Casa Rosada ha modificado sustancialmente su cronograma político, desplazando las expectativas desde el tradicional recambio parlamentario de diciembre hacia las elecciones nacionales de octubre, fecha que consideran decisiva para revertir la actual dinámica de inestabilidad política y volatilidad en los mercados financieros.
La fragilidad del oficialismo en ambas cámaras del Congreso Nacional quedó nuevamente al descubierto durante las sesiones recientes, donde La Libertad Avanza experimentó derrotas consecutivas tanto en la Cámara de Diputados, donde supuestamente contaba con mayor comodidad operativa, como en el Senado, escenario tradicionalmente adverso para sus intereses. Esta situación ha generado un estado de alerta en los círculos gubernamentales, aunque las autoridades evitan reconocimientos públicos de error y mantienen un discurso de confrontación con la oposición.
Los resultados adversos en las votaciones parlamentarias han desencadenado pedidos internos para revisar completamente la estrategia política del gobierno, solicitudes que hasta el momento encuentran resistencia en la cúpula mileista. Un referente libertario de alto rango reconoció que existe margen para ampliar los consensos, señalando que entre quienes no respaldaron las iniciativas oficiales se encuentran legisladores potencialmente persuadibles, pero admitió que esto requiere un esfuerzo de articulación política que actualmente no se está desplegando con la intensidad necesaria.
La administración nacional mantiene una postura inflexible respecto a la posibilidad de recalibrar sus vínculos con los mandatarios provinciales o convocar a los aliados que se distanciaron tras el proceso de confección de listas electorales que lideró Karina Milei. Esta decisión estratégica reflejó el centralismo decisorio del entorno presidencial y contribuyó al deterioro de relaciones que anteriormente habían sido funcionales para los objetivos gubernamentales.
Paradójicamente, el gobierno había implementado pocas semanas atrás una reorganización destinada a optimizar la coordinación política de la administración. La incorporación de Guillermo Francos al denominado "triángulo de hierro" buscaba profesionalizar la gestión política, mientras que la decisión de los Menem y Santiago Caputo de moderar las formas y establecer interacciones más constructivas apuntaba a reducir las tensiones internas. Simultáneamente, se revitalizaron las mesas políticas semanales que habían perdido dinamismo debido a los conflictos internos.
A pesar de que esta renovación organizacional logró disminuir las críticas cruzadas entre diferentes sectores del oficialismo, no logró generar los resultados esperados en términos de articulación con las provincias ni de recuperación del respaldo de los diputados de la Unión Cívica Radical que habían colaborado con Milei durante los vetos del año anterior y posteriormente le retiraron su apoyo en la Cámara baja.
Los resultados de las votaciones recientes confirman esta dinámica adversa. El gobierno experimentó derrotas tanto en los debates sobre vetos como en la discusión de los decretos impulsados por Federico Sturzenegger. La única excepción fue la ratificación del veto contra el incremento jubilatorio, resultado que el oficialismo interpreta como crucial para preservar el plan económico de Luis Caputo, aunque técnicamente constituyó un empate que Francos celebró como un triunfo.
El impacto de estos reveses parlamentarios en los mercados financieros genera particular nerviosismo en el gobierno. Luis Caputo intentó minimizar las consecuencias políticas durante su participación en el Consejo de las Américas en el Hotel Alvear, mientras que Milei evitó cualquier autorreflexión crítica en su discurso, responsabilizando exclusivamente al kirchnerismo por mantener al Congreso como "rehén". Sin embargo, en los niveles operativos tanto del Ejecutivo como del Legislativo circulan demandas para una revisión profunda de la estrategia política.
La respuesta oficial a la sanción de la nueva ley de financiamiento universitario, que probablemente será vetada por Milei en los próximos diez días, ilustra la persistencia de la postura gubernamental. La Casa Rosada insiste en que cualquier tentativa de negociación resulta improductiva y atribuye la agresividad opositora exclusivamente al calendario electoral. Esta interpretación refleja una lectura que minimiza los factores endógenos de la crisis de gobernabilidad.
La modificación más significativa en el discurso oficial es el desplazamiento temporal de las expectativas. Mientras anteriormente se referían al recambio legislativo de diciembre como el horizonte de normalización política, actualmente concentran sus esperanzas en las elecciones nacionales de octubre. Esta recalibración temporal sugiere una urgencia mayor por parte del oficialismo para estabilizar el panorama político y reducir la volatilidad que afecta tanto a los mercados como a la capacidad de implementación de políticas.
La estrategia gubernamental se basa en la premisa de que los resultados electorales de octubre generarán un escenario de menor incertidumbre que permitirá reducir significativamente la volatilidad política y minimizar lo que denominan "riesgo Kuka". Esta expectativa implica que el gobierno considera que una performance electoral favorable le proporcionará la legitimidad y la fortaleza política necesarias para superar la actual crisis de gobernabilidad.
El cronograma electoral adquiere así una importancia estratégica crucial para el oficialismo. La administración nacional ha depositado todas sus expectativas en lograr resultados favorables en las elecciones locales de la Provincia de Buenos Aires programadas para septiembre, como antesala de las más relevantes elecciones nacionales que se desarrollarán en todas las provincias durante octubre.
Esta apuesta electoral implica que el gobierno ha decidido apostar por una estrategia de resistencia hasta octubre en lugar de intentar modificaciones sustantivas en su abordaje político actual. La decisión de no reformular los contactos con la oposición y mantener la postura confrontativa sugiere una confianza en que los resultados electorales modificarán sustancialmente la correlación de fuerzas políticas.
La semana que culminó con la caída de los bonos argentinos marca un punto de inflexión en la percepción gubernamental sobre la urgencia de la situación. El reconocimiento implícito de que el día posterior a las elecciones constituye el verdadero horizonte de estabilización política revela que el oficialismo ha asumido que los próximos meses serán de alta turbulencia y que su supervivencia política depende crucialmente de los resultados electorales de octubre.
Esta estrategia conlleva riesgos significativos, ya que deposita la resolución de los problemas estructurales de gobernabilidad en un evento electoral futuro, sin generar mecanismos alternativos para enfrentar la inestabilidad actual. La capacidad del gobierno para mantener esta posición hasta octubre dependerá de su habilidad para gestionar las presiones económicas y políticas que se intensificarán en los próximos meses, particularmente considerando que los mercados financieros han comenzado a reflejar estas tensiones políticas de manera cada vez más pronunciada.
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