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La escalada del tipo de cambio durante julio desencadenó una ola de ajustes de precios en productos esenciales que alcanzó el 7% en rubros fundamentales de la canasta básica, marcando el fin de una estrategia empresarial de contención que mantuvo artificialmente bajos los valores durante los primeros meses del año
Economía01/08/2025 13News-EconomíaLa escalada del tipo de cambio durante julio desencadenó una ola de ajustes de precios en productos esenciales que alcanzó el 7% en rubros fundamentales de la canasta básica, marcando el fin de una estrategia empresarial de contención que mantuvo artificialmente bajos los valores durante los primeros meses del año. Las compañías líderes del sector alimentario activaron protocolos de emergencia para recomponer márgenes erosionados por la volatilidad cambiaria.
El detonante de esta reacción corporativa fue la superación del umbral psicológico de 1.300 pesos por dólar mayorista, límite que las principales empresas manufactureras habían establecido internamente como punto de quiebre para mantener listas de precios inalteradas. El tipo de cambio alcanzó 1.373 pesos en la jornada del jueves, registrando un incremento diario del 4,4% que llevó la escalada mensual al 14,1%.
Las reuniones directivas extraordinarias se multiplicaron entre las corporaciones del consumo masivo durante las últimas 48 horas, con decisiones que materializaron aumentos diferenciados según categorías de productos. Los aceites comestibles y harinas lideraron los incrementos con el 7%, seguidos por fideos con alzas promedio del 5%, azúcar con idéntico porcentaje y productos para repostería casera con 4,5%.
El segmento lácteo experimentó ajustes más moderados pero igualmente generalizados, con la leche fluida registrando incrementos del 2% mientras los quesos alcanzaron el 4%. Esta diferenciación refleja las distintas estructuras de costos y márgenes que caracterizan cada subsector dentro de la industria alimentaria, así como las diferentes elasticidades de demanda que enfrentan estos productos.
Los artículos de limpieza e higiene personal aguardan definiciones finales, aunque fuentes industriales anticipan incrementos superiores a la inflación general. Esta categoría había mostrado particular resistencia a ajustes durante los meses previos, acumulando presiones de costos que ahora buscan liberarse mediante correcciones de precios sustanciales.
La estrategia gubernamental de contención inflacionaria encontró en el sector alimentario un aliado involuntario durante mayo y junio, período en que la industria absorbió presiones de costos para mantener estabilidad de precios. Esta colaboración implícita permitió registros inflacionarios del 1,5% y 0,6% respectivamente, cifras que reforzaron el discurso oficial sobre el control de la escalada de precios.
El ministro Luis Caputo había celebrado públicamente la recomposición cambiaria a través de redes sociales, interpretando la devaluación como una mejora en la competitividad económica. Su comunicación incluyó datos sobre compras de divisas por parte del Tesoro Nacional, totalizing 1.500 millones de dólares en 35 días, cifra destinada a calmar inquietudes sobre la acumulación de reservas internacionales.
Sin embargo, estos mensajes de tranquilidad no lograron contener la dinámica especulativa que impulsó al dólar mayorista hacia máximos históricos. La proximidad al techo de la banda cambiaria, ubicado en 1.450 pesos y actualizado mensualmente al 1%, genera expectativas sobre eventual intervención oficial mediante venta de reservas del Banco Central.
El dólar minorista alcanzó 1.380 pesos para la venta, acumulando una suba mensual del 13,6% que impacta directamente en las decisiones de consumo de sectores medios. Esta cotización, utilizada por bancos y billeteras digitales, constituye el referente para millones de transacciones diarias y condiciona las expectativas inflacionarias de consumidores y empresarios.
Las consultoras económicas especializadas en monitoreo de precios proyectan una inflación de entre 1,7% y 1,9% para julio, con el sector alimentario manteniendo una performance ligeramente inferior al promedio general. Esta predicción incorpora los ajustes anunciados durante las primeras jornadas de agosto, sugiriendo que el impacto cambiario se trasladará gradualmente a los índices oficiales.
La ausencia de contactos formales entre el Ministerio de Economía y las principales cadenas de supermercados contrasta con episodios previos de tensión inflacionaria, cuando la intervención oficial buscaba moderar incrementos mediante acuerdos sectoriales. Esta vez, la administración parece haber optado por permitir que las fuerzas de mercado determinen la evolución de precios sin interferencias directas.
Las compañías del consumo masivo enfrentan un escenario particularmente desafiante tras haber comprimido márgenes de rentabilidad durante más de un año. El proceso de erosión comenzó después de los niveles máximos alcanzados en 2023, período caracterizado por incertidumbre económica, escasez de divisas para importaciones y volatilidad política que justificaba márgenes defensivos elevados.
La combinación entre escalada cambiaria y incremento de tasas de interés al 65% anual genera presiones de costos múltiples que complican la absorción empresarial. El financiamiento del capital de trabajo se encarece significativamente, mientras que los insumos importados experimentan ajustes directos derivados de la devaluación, creando una tenaza financiera que reduce las opciones estratégicas disponibles.
El contexto de actividad económica deprimida introduce una variable adicional de complejidad, limitando la capacidad de traslado automático de costos a precios finales. Los consumidores muestran mayor sensibilidad a incrementos de precios, obligando a las empresas a calibrar cuidadosamente la magnitud y timing de los ajustes para evitar contracciones adicionales en volúmenes de venta.
La industria alimentaria había jugado un rol fundamental en la estrategia de desinflación del gobierno durante el primer semestre, manteniendo aumentos por debajo del índice general y contribuyendo a la moderación de expectativas inflacionarias. Esta colaboración implícita se sustentaba en la expectativa de estabilidad cambiaria y tasas de interés decrecientes que no se materializó según lo previsto.
Las empresas formadoras de precios activaron sistemas de monitoreo permanente sobre variables críticas, incluyendo evolución del tipo de cambio y tasas de interés. Esta vigilancia intensificada sugiere que ajustes adicionales podrían implementarse con mayor rapidez si las condiciones macroeconómicas continúan deteriorándose, abandonando la estrategia de absorción de costos que caracterizó los meses previos.
El sector empresarial evalúa que la superación del umbral de 1.300 pesos por dólar mayorista representa un punto de inflexión que justifica el abandono de políticas de contención de precios. Esta decisión refleja tanto consideraciones financieras como expectativas sobre la trayectoria futura de variables macroeconómicas clave que condicionan la rentabilidad sectorial.
Los aumentos implementados durante los primeros días de agosto marcan el inicio de un período de mayor volatilidad en precios de consumo masivo, con empresas priorizando la preservación de márgenes operativos por sobre consideraciones de política antiinflacionaria. Esta reorientación estratégica sugiere que la fase de colaboración implícita entre sector privado y objetivos gubernamentales ha llegado a su fin.
La evolución de agosto dependerá crucialmente de si el gobierno logra estabilizar el tipo de cambio mediante intervenciones en el mercado de divisas o si la dinámica especulativa continúa presionando hacia niveles superiores. Las empresas mantienen preparadas nuevas listas de precios que podrían activarse si la escalada cambiaria persiste, sugiriendo que los ajustes anunciados podrían representar solo la primera etapa de un proceso de recomposición más amplio.
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