Déficit externo y Superávit fiscal: las dos caras de la economía argentina
La economía argentina enfrenta una paradoja que divide opiniones entre funcionarios gubernamentales y analistas del sector privado
La economía argentina enfrenta una paradoja que divide opiniones entre funcionarios gubernamentales y analistas del sector privado. Mientras el Tesoro Nacional exhibe cuentas equilibradas por primera vez en décadas, el sector externo muestra un desbalance creciente que supera los 5000 millones de dólares en apenas 3 meses, generando interrogantes sobre la sostenibilidad de esta dinámica en el mediano plazo.
Los datos oficiales del INDEC revelan que durante el primer trimestre del año, el país experimentó un desequilibrio en su cuenta corriente superior a las proyecciones más pesimistas. Esta cifra representa un deterioro significativo respecto a períodos anteriores y coloca en el centro del debate económico la relación entre el ordenamiento fiscal interno y la estabilidad de las finanzas externas.
El componente más preocupante de este desbalance radica en el segmento de servicios, donde el déficit alcanzó 4502 millones de dólares, estableciendo un récord negativo desde que existen registros estadísticos. Esta cifra refleja fundamentalmente el incremento exponencial del turismo hacia destinos extranjeros, fenómeno que los especialistas atribuyen directamente al retraso cambiario que hace relativamente más económico viajar al exterior.
Las estadísticas del Banco Central complementan este panorama con información igualmente reveladora. Entre enero y mayo, el déficit acumulado en servicios trepó hasta 4915 millones de dólares, superando ya el total registrado durante todo 2024. El concepto que mayor sangría de divisas provoca corresponde a "Viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta", categoría que absorbió aproximadamente 4100 millones de dólares en solo 5 meses.
Paralelamente, el segmento de bienes evidencia un comportamiento que también contribuye al desequilibrio externo. Las importaciones muestran una tendencia ascendente sostenida, impulsadas por la combinación entre un tipo de cambio que favorece las compras externas y políticas de apertura comercial implementadas por la administración actual. Dentro de este universo, el sector automotriz emerge como el principal consumidor neto de divisas, según las mediciones oficiales.
El ministro de Economía, Luis Caputo, defiende públicamente que este desequilibrio de divisas no constituye motivo de alarma para las autoridades. Durante una presentación en el Summit 2025 del IAE, el funcionario argumentó que este déficit resulta incluso necesario, toda vez que refleja transacciones voluntarias entre agentes privados y no el resultado de un exceso monetario generado por irresponsabilidad fiscal estatal.
La analogía presentada por Caputo ilustra su perspectiva: comparó la situación con una persona que adquiere dólares para financiar vacaciones familiares y otra que vende divisas para afrontar el pago de alquileres. Según su razonamiento, ambas partes obtienen satisfacción de estas operaciones, validando así la naturaleza benéfica del intercambio.
La Gerencia de Estudios Económicos del Banco Provincia aporta una mirada matizada sobre esta cuestión. Su análisis reconoce que el superávit fiscal contribuye efectivamente a otorgar sostenibilidad a las cuentas externas mediante 3 mecanismos fundamentales. Primero, modera el crecimiento de la demanda interna y, consecuentemente, de las importaciones. Segundo, permite que el sector privado mantenga la cantidad de pesos que considera adecuada, aproximándose al equilibrio monetario sin excedentes que presionen sobre la demanda de dólares. Tercero, evita el crecimiento de la deuda pública al eliminar la necesidad de financiar déficits fiscales.
Sin embargo, la institución provincial introduce elementos de cautela en su evaluación. Destaca que la apreciación cambiaria acelera inevitablemente el crecimiento de las importaciones, mientras que el estancamiento en la acumulación de reservas complica la relación entre pesos y dólares disponibles. Aunque la economía puede contar con suficientes pesos para atender diversas demandas, incluyendo importaciones, viajes y pagos de deuda, el problema radica en la escasez de dólares, factor que explica por qué el riesgo país no registra mejoras sustanciales.
La conclusión del Banco Provincia resulta contundente: el orden fiscal se diluye ante el desorden provocado por la apreciación cambiaria. Un déficit de cuenta corriente puede mantenerse únicamente mientras existan dólares suficientes para financiarlo, ya sea mediante crédito externo o utilización de reservas. Pero si los mercados internacionales permanecen cerrados y las reservas no crecen, resulta irrelevante si el desequilibrio proviene de inversiones, consumo o turismo; lo crucial es que las divisas necesarias no están disponibles.
Los economistas del sector privado plantean interrogantes fundamentales sobre la coherencia de la política económica. Se preguntan por qué el Estado no puede gastar más pesos de los que recauda, mientras que la economía puede consumir más dólares de los que genera legítimamente sin generar preocupación oficial.
Gonzalo Carrera, economista de la consultora Equilibra y docente en la Universidad de Buenos Aires, coincide parcialmente con el análisis del Banco Provincia. Considera que el superávit fiscal constituye una condición necesaria para aliviar las cuentas externas, ya que reduce la presión sobre la demanda de divisas, pero no representa una condición suficiente para garantizar estabilidad.
El especialista contextualiza la situación actual comparándola con episodios anteriores de desequilibrio externo. Aunque el déficit de cuenta corriente presente todavía no alcanza los niveles registrados durante 2017-2018, se desarrolla en un contexto significativamente más vulnerable, caracterizado por la ausencia de reservas internacionales que sí estaban disponibles durante aquellos años. Esta diferencia resulta crucial para evaluar la capacidad de resistencia ante eventuales shocks externos.
Carrera añade otra dimensión crítica al análisis: la comparación en términos de financiamiento externo. Mientras que hasta principios de 2018 existían flujos de capital internacional dispuestos a financiar desequilibrios, actualmente esta fuente se encuentra cerrada. Esta realidad torna más preocupante la tendencia de mediano plazo que el nivel actual del déficit, considerando que el rumbo elegido por las autoridades parece dirigirse hacia una mayor necesidad de financiamiento sin contar con mercados crediticios dispuestos a proveerlo.
El debate trasciende las cifras estadísticas para abordar cuestiones de política económica fundamental. La disyuntiva entre mantener un tipo de cambio competitivo que favorezca las exportaciones versus permitir una apreciación que beneficie el consumo interno y reduzca la inflación, representa uno de los dilemas centrales que enfrentan los hacedores de política.
La experiencia internacional sugiere que los países que han logrado mantener equilibrios externos sostenibles han combinado disciplina fiscal con políticas cambiarias que preservan la competitividad de sus economías. La pregunta que surge naturalmente es si Argentina podrá replicar estos modelos exitosos o si deberá enfrentar ajustes más abruptos en el futuro próximo cuando la escasez de divisas se torne insostenible.
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