
Los nuevos soberanos: cuando las corporaciones tecnológicas gobiernan sin ser elegidas
"No somos la policía moral elegida del mundo", declaró Sam Altman al anunciar que ChatGPT flexibilizará sus restricciones sobre contenido adulto. La frase, pronunciada con la naturalidad de quien constata lo obvio, encierra sin embargo una paradoja que merece examen detenido. Si OpenAI no es la policía moral del mundo, ¿por qué durante años actuó exactamente como tal? Y más inquietante aún: ¿quién otorgó a un puñado de empresas tecnológicas la potestad de decidir qué pueden leer, escribir, imaginar o desear miles de millones de personas?









