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¿Hay superávit o déficit fiscal? El FMI cuestiona las cuentas fiscales argentinas por no contar los intereses de las Lecaps

Los técnicos del Fondo establecen que los intereses capitalizados de estos instrumentos financieros deben computarse en las cuentas públicas

Economía06/08/2025 13News-Economía

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La metodología contable que emplea el Ministerio de Economía argentino para registrar los intereses de las Letras Capitalizables enfrenta un cuestionamiento directo del Fondo Monetario Internacional, generando una controversia que amenaza con deslegitimar el principal logro económico que exhibe la administración actual: el equilibrio de las cuentas públicas.

El organismo multilateral presentó su posición en el documento más reciente donde autoriza el desembolso de 2000 millones de dólares para Argentina. En ese texto, los técnicos del Fondo establecen que los intereses capitalizados de estos instrumentos financieros deben computarse en las cuentas públicas, aunque ajustados por el efecto inflacionario. Esta visión contrasta radicalmente con la metodología oficial argentina, que considera estos costos financieros como inexistentes hasta el momento del pago efectivo.

La discusión técnica trasciende los círculos especializados y adquiere dimensiones políticas significativas en un contexto preelectoral. Mientras el ministro Luis Caputo sostiene que estos intereses equivalen a cero en términos contables, los economistas del organismo internacional calculan que representan un dos por ciento del Producto Interno Bruto. Esta diferencia metodológica transforma un resultado superavitario del 0,8 por ciento del PIB registrado entre enero y mayo en un déficit del 1,2 por ciento cuando se incorporan estos costos financieros.

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El origen de esta controversia se remonta a la decisión gubernamental de eliminar los instrumentos de regulación monetaria del Banco Central, específicamente las Letras de Liquidez, los pases pasivos y otros mecanismos que alcanzaron a representar el diez por ciento del PIB. La administración actual argumentaba que estos instrumentos constituían una amenaza inflacionaria latente y generaban distorsiones en el sistema financiero, incentivando a las entidades bancarias a mantener sus recursos en activos libres de riesgo con rendimientos atractivos, en lugar de canalizarlos hacia el sector productivo mediante préstamos empresariales.

La migración de estos pasivos desde la autoridad monetaria hacia el Tesoro Nacional implicó la creación de las Letras Capitalizables, instrumentos que absorben liquidez del mercado cada quince días. La particularidad de estos títulos radica en su estructura de pagos: no distribuyen intereses periódicamente, sino que acumulan estos rendimientos para abonarlos íntegramente cuando llega la fecha de vencimiento del instrumento.

Los economistas críticos con la gestión oficial señalan que esta mecánica genera un efecto acumulativo preocupante. Según sus cálculos, el monto de intereses no pagados pero generados creció desde 2 billones de pesos en agosto del año anterior hasta alcanzar 6,3 billones en junio pasado. La Oficina de Presupuesto del Congreso respalda esta interpretación, estimando que la acumulación nominal de estos costos financieros entre enero y mayo representa el 2,9 por ciento del PIB, magnitud que superaría ampliamente el ajuste del gasto público implementado por el gobierno.

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Los defensores de la metodología oficial rechazan estos cuestionamientos argumentando que existe una confusión conceptual entre flujos devengados y pagos efectivos. Utilizan una comparación ilustrativa: sería como si una persona considerara deficitarias sus finanzas mensuales porque mantiene compromisos de pago con tarjeta de crédito que se extienden hasta fin de año. Sostienen además que si se incorporan los intereses futuros de las Letras Capitalizables, también deberían incluirse los ingresos tributarios proyectados y los beneficios esperados de la recuperación económica.

El pronunciamiento del Fondo Monetario establece una posición equidistante entre el gobierno y sus detractores. Valida el argumento de que estos intereses deben registrarse contablemente, pero introduce una precisión metodológica crucial: el cálculo debe realizarse en términos reales, descontando el efecto inflacionario, no en valores nominales como proponen los críticos más severos.

Esta divergencia metodológica coloca al gobierno en una encrucijada comunicacional compleja durante un período electoral sensible. La interpretación del organismo internacional proporciona argumentos a la oposición para cuestionar la existencia del equilibrio fiscal, pilar fundamental del programa económico gubernamental que se sustenta en el concepto del ancla fiscal como estabilizador macroeconómico.

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La magnitud del costo financiero calculado por el Fondo Monetario, equivalente a dos puntos porcentuales del PIB, representa aproximadamente 1400 millones de dólares en términos actuales. Esta cifra adquiere relevancia cuando se contrasta con los 1500 millones de dólares que el Tesoro Nacional destinó a fortalecer las reservas internacionales durante el episodio reciente de volatilidad cambiaria, según explicó el propio ministro Caputo como medida defensiva.

El informe del organismo internacional plantea un desafío operativo concreto para la gestión económica. Para mantener un resultado fiscal positivo bajo esta metodología de cálculo, el gobierno necesitaría alcanzar un superávit primario superior al 1,6 por ciento proyectado inicialmente para el cierre del ejercicio. De lo contrario, al incorporar el costo financiero de las Letras Capitalizables según el criterio del Fondo, las cuentas públicas mostrarían números negativos.

La decisión gubernamental sobre cómo proceder frente a esta divergencia metodológica tendrá implicancias significativas. Mantener el criterio actual oficializaría una contradicción abierta con el organismo internacional que respalda el programa económico argentino. Adoptar la metodología del Fondo implicaría reconocer que el equilibrio fiscal proclamado constituye una construcción contable cuestionable.

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El debate trasciende las cuestiones técnicas y se proyecta sobre la credibilidad del programa económico. La administración actual construyó su narrativa política alrededor del ordenamiento de las cuentas públicas como condición necesaria para la estabilización macroeconómica. El cuestionamiento metodológico del Fondo Monetario Internacional erosiona esta construcción discursiva en un momento donde la confianza de los mercados resulta fundamental para sostener la estabilidad cambiaria y financiera.

La resolución de esta controversia contable determinará no solo la interpretación del resultado fiscal presente, sino también la credibilidad futura de las estadísticas oficiales y la sostenibilidad del esquema de financiamiento del sector público mediante instrumentos de deuda que capitalizan intereses. El gobierno enfrenta el desafío de conciliar su metodología con los estándares internacionales sin comprometer el relato político que sustenta su gestión económica.

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