Alertas por mayor presión cambiaria: el déficit externo de cuenta corriente en el centro del análisis del FMI
Los operadores financieros intensifican sus cuestionamientos sobre la viabilidad del esquema de tipo de cambio bajo que la administración nacional pretende sostener hasta las elecciones legislativas de octubre
Los operadores financieros intensifican sus cuestionamientos sobre la viabilidad del esquema de tipo de cambio bajo que la administración nacional pretende sostener hasta las elecciones legislativas de octubre. Las cifras del primer trimestre revelan desajustes significativos respecto a las proyecciones acordadas con el Fondo Monetario Internacional, generando interrogantes sobre la capacidad de mantener la estabilidad cambiaria sin ingresos adicionales de divisas.
El déficit de cuenta corriente registrado entre enero y marzo alcanzó 5.200 millones de dólares, prácticamente duplicando la estimación que el organismo multilateral había establecido para la totalidad de 2025, fijada en 2.700 millones de dólares. Esta divergencia estadística enciende alertas sobre la sostenibilidad del modelo económico implementado por el ministro Luis Caputo, especialmente en su componente cambiario.
Martín Polo, analista de Cohen Aliados Financieros, expuso estas preocupaciones durante una presentación ante inversores, advirtiendo que sin un incremento sustancial en el nivel de endeudamiento gubernamental y empresarial, el sistema económico enfrentará presiones para ajustar mediante una devaluación. La ecuación fiscal y externa requiere financiamiento externo agresivo o repatriación masiva de capitales para mantener el equilibrio actual.
El especialista enfatizó que las cuentas nacionales presentan inconsistencias matemáticas que comprometen la predictibilidad del esquema antiinflacionario. La estrategia de reducir la variación de precios por debajo del 1% mensual mediante estabilidad cambiaria genera tensiones crecientes con los compromisos asumidos ante el Fondo Monetario Internacional, creando un dilema entre objetivos internos y externos.
La balanza de servicios experimenta un deterioro progresivo que amplifica las necesidades de financiamiento externo. Sin reservas internacionales suficientes y con un déficit en expansión, las autoridades económicas dependen crecientemente de la cuenta financiera para obtener el flujo de divisas necesario para sostener el régimen cambiario vigente.
Durante el segundo trimestre, los ingresos del Fondo Monetario Internacional y las operaciones de recompra proporcionaron alivio temporal, permitiendo que las reservas brutas aumentaran 16.000 millones de dólares mediante aportes de capitales privados y organismos internacionales. Sin embargo, las proyecciones indican que los próximos dos trimestres mantendrán el déficit de cuenta corriente, intensificando las presiones sobre el balance externo.
Las metas de acumulación de reservas establecidas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional enfrentan serias dificultades de cumplimiento, situación que Polo caracteriza como un error de estimación en el diseño del programa económico. La complejidad para acumular reservas bajo las condiciones actuales sugiere que Argentina deberá implementar ajustes en alguna variable macroeconómica fundamental.
El riesgo país se mantiene estabilizado en 700 puntos básicos, resistiendo la convergencia hacia 400 puntos que reflejaría mayor confianza del mercado. Esta persistencia en niveles elevados evidencia que el propio esquema económico genera dudas sobre la capacidad de pago, obligando a las autoridades monetarias a realizar esfuerzos constantes para convencer a los inversores sobre la solvencia nacional.
La proximidad de vencimientos de deuda amplifica la incertidumbre del mercado, creando episodios recurrentes de tensión que las autoridades deben gestionar mediante comunicación estratégica y demostración de capacidad de pago. El riesgo político se superpone al riesgo económico, aunque existe voluntad gubernamental de honrar compromisos, las dificultades para obtener divisas complican la ecuación financiera.
El peso argentino conserva cierto margen de competitividad derivado del comportamiento de las monedas de los principales socios comerciales, que se fortalecieron frente a un dólar estadounidense que perdió terreno globalmente. Esta dinámica internacional proporciona un respiro temporal al tipo de cambio doméstico, compensando parcialmente los efectos del atraso cambiario acumulado.
Las monedas regionales experimentaron una apreciación del 9.5% durante el año corriente contra el dólar, aunque mantienen una depreciación del 8% respecto al año anterior. Esta volatilidad cruzada genera oportunidades y riesgos para la competitividad externa argentina, dependiendo de la evolución futura de las paridades internacionales.
La perspectiva histórica revela que el tipo de cambio actual opera aproximadamente 25% por debajo del promedio de largo plazo, configurando una situación de subvaluación que Polo compara metafóricamente con salir a la calle sin paraguas cuando se observan nubes amenazantes. Esta analogía climática sugiere la conveniencia de prepararse para eventuales turbulencias cambiarias.
La estrategia de cartera recomendada por el analista considera estos desequilibrios como factores de posicionamiento, sugiriendo cautela ante la posibilidad de correcciones cambiarias que restablezcan equilibrios fundamentales. Los inversores deben evaluar la exposición al riesgo de tipo de cambio considerando tanto fundamentos económicos como factores políticos.
El esquema antiinflacionario del Gobierno enfrenta el dilema de mantener estabilidad cambiaria para anclar expectativas de precios mientras gestiona crecientes desequilibrios externos. La sostenibilidad de este modelo depende crucialmente de la capacidad para atraer financiamiento voluntario del sector privado o implementar mecanismos alternativos de obtención de divisas.
Las autoridades económicas deben balancear objetivos múltiples: reducir inflación, mantener competitividad externa, cumplir compromisos con el Fondo Monetario Internacional y preservar estabilidad política hasta las elecciones. Esta complejidad multiplica los canales de transmisión de shocks y reduce los grados de libertad para maniobras correctivas.
El comportamiento futuro del tipo de cambio dependerá de variables tanto domésticas como internacionales. La evolución de precios de commodities, las decisiones de política monetaria de la Reserva Federal estadounidense, las condiciones de liquidez global y la capacidad argentina para acceder a mercados de capitales determinarán la viabilidad del esquema actual.
La comunicación gubernamental enfatiza el carácter transitorio de los desequilibrios actuales, argumentando que las mejoras en competitividad y productividad generarán gradualmente las condiciones para equilibrios sostenibles. Sin embargo, los mercados mantienen escepticismo sobre la velocidad de estos ajustes estructurales versus las necesidades de financiamiento de corto plazo.
El monitoreo de indicadores externos se vuelve crucial para anticipar presiones sobre el modelo cambiario. La evolución del déficit de cuenta corriente, los flujos de capitales, las variaciones de reservas y el comportamiento del riesgo país proporcionan señales tempranas sobre la sostenibilidad del esquema vigente y la necesidad de ajustes preventivos.
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