Guerra Israel-Hamas: 40.000 muertos en Gaza y la sombra de Irán sobre el conflicto
El conflicto entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza ha alcanzado un punto crítico, con más de 40.000 víctimas palestinas confirmadas y un número estimado de 17.000 combatientes de Hamas abatidos, según fuentes oficiales
El conflicto entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza ha alcanzado un punto crítico, con más de 40.000 víctimas palestinas confirmadas y un número estimado de 17.000 combatientes de Hamas abatidos, según fuentes oficiales. Mientras tanto, la influencia de Irán en la región añade una capa adicional de complejidad a una situación ya de por sí volátil.
Diez meses después del inicio de las hostilidades, el panorama en Gaza es desolador. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) mantienen una ofensiva implacable en múltiples frentes, desde Rafah en el sur hasta la ciudad de Gaza en el norte. La guerra ha dejado una estela de destrucción sin precedentes, con infraestructuras críticas reducidas a escombros y una crisis humanitaria que empeora día a día.
El portavoz del Ejército israelí, Daniel Hagari, en una reciente rueda de prensa, destacó los "logros militares significativos" que han mermado considerablemente la capacidad operativa de Hamas. "Estamos decididos a continuar", afirmó Hagari, subrayando la determinación de Israel de llevar la ofensiva hasta sus últimas consecuencias.
Los números son estremecedores. Además de los 40.000 muertos confirmados, las autoridades sanitarias de Gaza reportan más de 92.000 heridos y estiman que hay unos 10.000 cuerpos aún sepultados bajo los escombros. La magnitud de estas cifras plantea serias preguntas sobre la proporcionalidad de la respuesta israelí y las consecuencias a largo plazo para la población civil de Gaza.
Las FDI han centrado gran parte de sus esfuerzos en desmantelar la extensa red de túneles subterráneos de Hamas. En la última semana, se reporta la destrucción de unos 50 túneles en el corredor Filadelfia, la franja fronteriza entre Gaza y Egipto. Estos túneles, utilizados para el contrabando de armas y como refugios para los combatientes de Hamas, han sido un objetivo prioritario para Israel desde el inicio del conflicto.
La guerra subterránea ha sido particularmente desafiante para las fuerzas israelíes. Los túneles, algunos de los cuales se extienden por kilómetros y alcanzan profundidades de hasta 30 metros, han requerido tácticas especializadas y el uso de tecnología avanzada para su detección y destrucción. Esta batalla bajo tierra es un testimonio de la complejidad del conflicto y de la adaptabilidad de Hamas a las tácticas convencionales de guerra.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha dejado clara su intención de mantener el control sobre el corredor Filadelfia, considerado crucial para prevenir el rearme de Hamas. Las negociaciones con Egipto sobre el futuro de esta zona estratégica están en curso, con la posibilidad de que las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina asuman el control del lado palestino de la frontera, una opción que no es del agrado de Netanyahu.
Mientras tanto, la situación humanitaria en Gaza se deteriora rápidamente. Con más de 2 millones de personas desplazadas, casi la totalidad de la población del enclave, los recursos están al límite. Las autoridades locales reportan 36 muertes por inanición, en su mayoría niños, y advierten que otros 3.500 menores están en riesgo de muerte por desnutrición. Las restricciones a la entrada de ayuda humanitaria han exacerbado la crisis, llevando a la población al borde del colapso.
La comunidad internacional observa con creciente preocupación. Las negociaciones para un alto el fuego, mediadas por Egipto, Qatar y Estados Unidos, se han reanudado en Doha. Una delegación israelí, encabezada por el jefe del Mossad, David Barnea, se encuentra en la capital qatarí buscando un acuerdo que no solo detenga los combates en Gaza, sino que también evite una escalada regional.
La amenaza de una expansión del conflicto es real. Hezbollah en el Líbano y los hutíes en Yemen, ambos apoyados por Irán, han mostrado su solidaridad con Hamas a través de ataques esporádicos contra objetivos israelíes. Estados Unidos, reconociendo el peligro de una guerra más amplia, ha impuesto nuevas sanciones contra las redes comerciales de estos grupos, en un intento por cortar sus líneas de suministro y financiación.
La sombra de Irán planea sobre todo el conflicto. Aunque Teherán niega cualquier implicación directa en los ataques de Hamas, su apoyo ideológico y material a varios grupos en la región es bien conocido. La República Islámica se presenta como el defensor de la causa palestina, utilizando el conflicto para reforzar su posición como contrapeso a la influencia estadounidense e israelí en Oriente Medio.
Israel, por su parte, ve en la destrucción de las capacidades militares de Hamas no solo una cuestión de seguridad nacional, sino también una forma de contrarrestar la influencia iraní en su frontera sur. La guerra en Gaza es, en muchos sentidos, un frente más en la larga confrontación entre Israel e Irán por la hegemonía regional.
A medida que el conflicto se prolonga, surgen preguntas sobre la estrategia a largo plazo de Israel. La eliminación de la amenaza de Hamas es un objetivo comprensible desde el punto de vista de la seguridad israelí, pero el costo humano y las consecuencias geopolíticas de una guerra prolongada son cada vez más difíciles de justificar ante la comunidad internacional.
La reconstrucción de Gaza, cuando finalmente llegue la paz, será un desafío monumental. La destrucción de infraestructuras críticas, incluidos hospitales, escuelas y plantas de tratamiento de agua, ha dejado al enclave en un estado de devastación casi total. La recuperación económica y social de la población gazatí tomará años, si no décadas.
El futuro político de Gaza también está en juego. Israel ha dejado claro que no permitirá que Hamas vuelva a gobernar el enclave, pero las alternativas son limitadas. La Autoridad Palestina, debilitada y con poca legitimidad entre la población de Gaza, no parece estar en condiciones de asumir el control. El vacío de poder que podría surgir tras la guerra es una preocupación seria para todos los actores involucrados.
En última instancia, la resolución del conflicto requerirá más que una victoria militar. Se necesitará una solución política que aborde las causas fundamentales de la tensión entre israelíes y palestinos. Mientras tanto, la población civil de Gaza sigue pagando el precio más alto, atrapada entre el martillo de la ofensiva israelí y el yunque de la intransigencia de Hamas.
La comunidad internacional tiene un papel crucial que desempeñar. La presión diplomática para un alto el fuego inmediato y el aumento de la ayuda humanitaria son imperativos morales. Pero más allá de la crisis inmediata, se necesita un compromiso renovado con una solución negociada que garantice la seguridad de Israel y los derechos legítimos del pueblo palestino.
Mientras las bombas siguen cayendo y los túneles se derrumban, la tragedia humana en Gaza continúa desarrollándose ante los ojos del mundo. La guerra entre Israel y Hamas, con Irán como actor en la sombra, no solo está redibujando el mapa geopolítico de Oriente Medio, sino que también está poniendo a prueba los límites de la conciencia global. El tiempo dirá si de las cenizas de este conflicto puede surgir una paz duradera o si estamos condenados a repetir los ciclos de violencia que han definido la región durante generaciones.
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