La paradoja argentina: Mercados financieros en calma, economía real estancada
Esta dicotomía entre el optimismo de los mercados y la realidad en las calles plantea interrogantes cruciales sobre la estrategia económica del gobierno de Javier Milei y sus prioridades a corto y largo plazo
Argentina se encuentra en un escenario económico peculiar: mientras los mercados financieros muestran signos de estabilización y la inflación comienza a moderarse, la economía real del país permanece estancada, atrapada en un ciclo de altibajos que frustra tanto a empresarios como a trabajadores. Esta dicotomía entre el optimismo de los mercados y la realidad en las calles plantea interrogantes cruciales sobre la estrategia económica del gobierno de Javier Milei y sus prioridades a corto y largo plazo.
El equipo económico liderado por Luis Caputo ha centrado sus esfuerzos en dos objetivos primordiales: la desaceleración de la inflación y la estabilización de los mercados financieros. En cierta medida, estos esfuerzos han dado frutos. La inflación de septiembre se situó en un 3,5%, la tasa más baja en 34 meses, mientras que la brecha entre el dólar oficial y los paralelos se ha reducido significativamente, pasando de cerca del 60% en julio a alrededor del 20% en la actualidad.
Sin embargo, estos logros en el frente financiero parecen haber llegado a costa del crecimiento económico y el bienestar de amplios sectores de la población. La actividad económica se encuentra en un estado de fluctuación constante, alternando entre datos positivos y negativos sin lograr establecer una tendencia clara de recuperación.
Un claro ejemplo de esta volatilidad se observa en el sector industrial. Mientras que la industria manufacturera registró su segunda mejora mensual consecutiva en agosto, la construcción interrumpió una racha de cuatro meses de crecimiento al retroceder respecto a julio. Los datos preliminares de septiembre muestran una disparidad similar: la producción automotriz cedió un 3%, pero la producción de acero creció un 9% en términos desestacionalizados.
El sector de la construcción, tradicionalmente un motor importante de la economía argentina, refleja la incertidumbre generalizada. Aunque los despachos de cemento mejoraron un 3,1% en septiembre, el Índice Construya, que mide la evolución de los volúmenes vendidos al sector privado de insumos para la construcción, cayó un 5,4%. Esta disparidad subraya la falta de una dirección clara en la recuperación económica.
La situación se vuelve aún más compleja cuando se considera el mercado laboral. Los últimos datos de la Remuneración Imponible de los Trabajadores Estables (RIPTE) mostraron la primera contracción real en seis meses durante agosto. Aunque este indicador no es considerado el más preciso para medir la dinámica salarial, otras estimaciones, como la de la consultora C-P, también señalan una contracción de los ingresos de los trabajadores formales.
Más preocupante aún es la situación del empleo. Según las cifras del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), el empleo asalariado formal ha experimentado su décima caída consecutiva en julio. Desde la asunción de Javier Milei como presidente, se han perdido casi 200.000 puestos de trabajo, principalmente en el sector privado, con la construcción y la industria manufacturera siendo los más afectados.
Esta realidad contrasta fuertemente con el optimismo que se percibe en los mercados financieros. El crédito al sector privado, por ejemplo, ha experimentado un rebote en "V", alcanzando niveles similares a los de octubre de 2023. Sin embargo, este aumento en el crédito no parece estar traduciéndose en una mayor actividad económica o en la creación de empleo.
La estrategia del gobierno de priorizar la estabilización financiera y la reducción de la inflación por sobre el crecimiento económico inmediato ha generado debates entre economistas y analistas. Algunos argumentan que esta es la base necesaria para un crecimiento sostenible a largo plazo, mientras que otros sostienen que se está sacrificando demasiado el bienestar actual de la población.
Laura Testa, economista consultada por Ámbito, señala que la voluntad política está puesta en bajar la inflación y lograr el equilibrio fiscal, objetivos que "no son incompatibles con el crecimiento económico pero sí con la estrategia que está llevando a cabo el Gobierno". Testa argumenta que el equilibrio fiscal se está logrando a través del ajuste de salarios, jubilaciones, transferencias a las provincias y obra pública, mientras que la desaceleración de la inflación se está consiguiendo "pisando las expectativas devaluatorias mediante una recesión que deprime la demanda de importaciones".
Esta estrategia plantea riesgos significativos. Por un lado, la contracción de los salarios reales y el aumento del desempleo están deprimiendo la demanda interna, lo que a su vez limita las perspectivas de crecimiento económico. Por otro lado, la calma en el mercado cambiario, lograda en parte gracias a la intervención del Banco Central y los ingresos del blanqueo de capitales, podría ser difícil de mantener a largo plazo sin una recuperación económica sostenida.
El gobierno de Milei se enfrenta ahora a un dilema crucial. El presidente ha expresado su intención de salir del cepo cambiario cuando la inflación se acerque al 2,5%. Sin embargo, para que esto ocurra sin interrumpir la tendencia a la baja en la inflación, la brecha entre el dólar oficial y los paralelos debería ser cercana a cero. Lograr esto sin generar nuevas presiones inflacionarias o sin sacrificar aún más el crecimiento económico será un desafío significativo.
Además, las encuestas recientes sugieren un cambio en las preocupaciones de la población. Según un estudio de la Universidad de San Andrés, la inflación ha dejado de ser el problema principal para los argentinos, cediendo su lugar a la pobreza y los bajos salarios. Este cambio en la percepción pública podría ejercer presión sobre el gobierno para reorientar sus prioridades hacia políticas que estimulen el crecimiento económico y la creación de empleo.
La consultora Econviews sugiere que podría ser el momento de priorizar el crecimiento, argumentando que para ello es necesario unificar el mercado cambiario, aunque esto pueda generar un aumento transitorio en la inflación. Esta propuesta refleja la creciente opinión de que la estabilidad financiera, aunque importante, no es suficiente por sí sola para impulsar una recuperación económica sostenible.
El sector empresarial, por su parte, se mantiene cauteloso. Aunque hay signos de optimismo en algunos sectores, como en la construcción privada, donde hay más empresarios optimistas (25%) que pesimistas (9%), la incertidumbre sigue siendo generalizada. En el caso de la obra pública, las perspectivas son aún más sombrías, con un 28,7% de los empresarios esperando que la situación empeore, frente a solo un 14,8% que cree que podría mejorar.
La paradoja económica argentina plantea desafíos significativos para el gobierno de Milei. Mientras que la estabilización de los mercados financieros y la reducción de la inflación son logros importantes, la falta de una recuperación económica tangible y la persistencia de altos niveles de desempleo y pobreza amenazan con erosionar el apoyo político a las políticas actuales.
El camino a seguir requerirá un delicado equilibrio entre mantener la estabilidad financiera y estimular el crecimiento económico. Esto podría implicar una recalibración de las políticas actuales, posiblemente incluyendo medidas para incentivar la inversión productiva, estimular la demanda interna y abordar las desigualdades económicas que se han exacerbado durante la crisis.
En última instancia, el éxito de la estrategia económica de Argentina dependerá de su capacidad para traducir la estabilidad financiera en crecimiento económico real y mejoras tangibles en la calidad de vida de la población. La pregunta que queda flotando en el aire es si el gobierno de Milei podrá realizar este giro estratégico sin comprometer los logros alcanzados en el frente de la estabilización financiera.
Mientras tanto, millones de argentinos esperan ver los beneficios concretos de las políticas económicas actuales en sus vidas cotidianas. La paciencia de la población no es infinita, y la capacidad del gobierno para responder a estas expectativas determinará en gran medida el futuro político y económico del país.
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