¿Crisis cambiaria en puerta?: analistas alertan sobre atraso cambiario y posible alza del dólar
Los expertos del mercado financiero coinciden en que la estrategia oficial de sostener un peso sobrevaluado mientras se deterioran los fundamentos económicos constituye una bomba de tiempo que amenaza con explotar en los próximos meses
La persistente negativa del ministro Luis Caputo a fortalecer las reservas internacionales y su empecinamiento en mantener artificialmente bajo el tipo de cambio está generando las condiciones perfectas para una crisis cambiaria de magnitudes impredecibles. Los expertos del mercado financiero coinciden en que la estrategia oficial de sostener un peso sobrevaluado mientras se deterioran los fundamentos económicos constituye una bomba de tiempo que amenaza con explotar en los próximos meses.
La cotización del dólar minorista alcanzó este martes los 1215 pesos en las pantallas del Banco Nación, mientras que en el mercado paralelo la divisa estadounidense se negocia a 1230 pesos, reflejando una brecha que evidencia las tensiones subyacentes del sistema cambiario. En el segmento financiero, el contado con liquidación avanza hasta 1216 pesos y el dólar MEP se ubica en 1211 pesos, cifras que contrastan dramáticamente con el tipo de cambio mayorista de 1202 pesos.
La consultora Econviews advierte que la etapa expansiva inicial de la economía argentina ya quedó definitivamente atrás, dejando al descubierto las fallas estructurales del modelo económico implementado por el Gobierno. El alivio temporal del impuesto inflacionario, combinado con una política de tasas reales negativas, facilitó un rebote artificial en la actividad que comenzó a perder impulso tan pronto como se agotaron estos efectos superficiales.
El esquema de ancla cambiaria adoptado por Caputo enfrenta ahora el clásico dilema de la curva de Phillips, donde resulta imposible mantener simultáneamente la estabilidad de precios y el crecimiento económico. La administración libertaria parece haber optado por sacrificar la actividad productiva en el altar de la estabilidad nominal, una decisión que podría resultar contraproducente cuando los desequilibrios externos se vuelvan insostenibles.
GMA Capital documenta un cambio radical en el ritmo de crecimiento económico tras un arranque de año que había generado esperanzas infundadas. El crédito al sector privado, que venía expandiéndose con fuerza artificial, comenzó a desacelerarse abruptamente afectado por el endurecimiento deliberado de las condiciones financieras. La morosidad bancaria inicia un repunte preocupante mientras los cheques rechazados aumentan sistemáticamente, señales inequívocas de que la solvencia de hogares y empresas se deteriora aceleradamente.
El consumo interno, principal sostén del rebote económico, muestra claros síntomas de agotamiento. Los salarios reales experimentaron caídas en marzo y abril, pero el problema fundamental radica en el estancamiento del ingreso disponible de los hogares. Las familias argentinas enfrentan incrementos sostenidos en los costos de salud, educación y servicios públicos, reduciendo drásticamente su capacidad de gasto discrecional.
La situación se agrava porque el turismo y las compras de bienes importados actúan como válvulas de escape que compiten directamente con el consumo doméstico. Este fenómeno limita severamente el efecto multiplicador del gasto interno al tiempo que refuerza peligrosamente el desequilibrio en la balanza de servicios, creando presiones adicionales sobre la cuenta corriente.
El rebrote del déficit de cuenta corriente durante el primer trimestre de 2025 encendió todas las alarmas del sistema financiero. Argentina registró un déficit de casi 5200 millones de dólares, equivalente al 0,8% del Producto Bruto Interno, duplicando las estimaciones anuales del Fondo Monetario Internacional. Este rojo fue financiado mediante ingreso de capitales especulativos y una peligrosa pérdida de reservas que Caputo se niega sistemáticamente a reconocer.
El superávit comercial se desplomó hasta apenas 2100 millones de dólares, mientras que el déficit en servicios trepó a 4500 millones de dólares, registrando el peor desempeño desde 2006. Casi el 75% de este desequilibrio obedeció al turismo emisivo, una sangría de divisas que el Gobierno parece incapaz de controlar. A esto se sumó un déficit de ingresos primarios de 3300 millones de dólares por intereses de deuda externa, parcialmente compensado por una cuenta secundaria levemente positiva.
Los indicadores laborales reflejan un deterioro estructural que cuestiona la sostenibilidad del modelo económico. La tasa de empleo permaneció estancada mientras el desempleo ascendió hasta 7,9%, pero lo más grave es el deterioro acelerado en la calidad del trabajo. El empleo asalariado cayó al 32,3% de la población activa y el cuentapropismo informal avanzó hasta el 18,7%, evidenciando una precarización laboral que limita la capacidad del consumo privado para impulsar la actividad económica.
Pese a la aparente calma en el dólar oficial, el Banco Central incrementó dramáticamente sus ventas de futuros en mayo, alcanzando casi 2000 millones de dólares en una operatoria desesperada por contener las presiones cambiarias. Aunque en junio esta estrategia se moderó, el tipo de cambio real se encuentra peligrosamente por debajo del nivel de equilibrio proyectado, estimado en torno a 1315 pesos para mediados de 2026.
Esta distorsión implica una expectativa de apreciación cercana al 10%, que si bien no sugiere una crisis inmediata, marca una presión latente que podría explotar ante cualquier shock externo o interno. El tipo de cambio permanece artificialmente en la zona media de la banda cambiaria, pero su estabilidad depende exclusivamente de sostener el ingreso de divisas especulativas que pueden revertirse abruptamente.
Los operadores del mercado financiero advierten que la estrategia de carry trade, maniobra especulativa donde los inversores venden dólares para aprovechar las altas tasas en pesos, enfrenta riesgos crecientes en julio. Esta estrategia, que contribuyó artificialmente a la calma cambiaria reciente, podría revertirse bruscamente debido a los cambios estacionales en la oferta de divisas y la proximidad de las elecciones legislativas.
El economista Gustavo Ber anticipa mayor volatilidad en las próximas semanas, generada por una reducción estacional en la oferta de dólares del sector agroexportador y una potencial mayor demanda de cobertura. El analista Gastón Lentini es categórico al afirmar que continuar con estrategias de carry trade carece de sentido, especialmente considerando la proximidad de las elecciones de medio término y los recientes fallos adversos de la Corte de Nueva York contra el Estado argentino.
La recomendación de JP Morgan de desarmar posiciones en instrumentos argentinos denominados en pesos, como las Letras de Capitalización, representa una señal de alerta para el mercado. El banco estadounidense adelantó el cierre de sus posiciones de carry trade, anticipándose a turbulencias que considera inevitables.
Santiago López Alfaro advierte que la menor oferta estacional de dólares, combinada con el inicio de la campaña electoral bonaerense, podría generar presiones alcistas insostenibles sobre los tipos de cambio hacia finales de julio. Esta confluencia de factores negativos expone la fragilidad del esquema cambiario actual y la ausencia de una estrategia coherente para acumular reservas genuinas.
La credibilidad del programa económico de Caputo depende cada vez más de sostener señales artificiales de estabilidad mientras se deterioran sistemáticamente los fundamentos. La negativa oficial a reconocer la necesidad de acumular reservas y corregir el atraso cambiario está creando las condiciones para una corrección abrupta que podría resultar mucho más costosa que una devaluación ordenada implementada proactivamente.
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