Bruselas impulsa acuerdo con el Mercosur pese a la oposición de Francia
La Comisión Europea activó este miércoles el mecanismo de ratificación para el tratado comercial entre la Unión Europea y el Mercosur, desencadenando un proceso que enfrenta divisiones profundas dentro del bloque continental y resistencia creciente de sectores agrícolas europeos
La Comisión Europea activó este miércoles el mecanismo de ratificación para el tratado comercial entre la Unión Europea y el Mercosur, desencadenando un proceso que enfrenta divisiones profundas dentro del bloque continental y resistencia creciente de sectores agrícolas europeos. Esta decisión marca el inicio de una batalla política que podría redefinir las relaciones coerciales transatlánticas y determinar el futuro de la integración económica entre ambos bloques regionales.
El acuerdo, finalizado en diciembre pasado, establece un marco ambicioso de liberalización comercial que contempla eliminación de aranceles sobre 91 por ciento de las exportaciones europeas hacia países del Mercosur durante un período de 15 años. Los sectores más beneficiados incluyen automóviles, actualmente gravados con 35 por ciento, además de maquinaria industrial y bebidas alcohólicas que encontrarán mercados ampliados significativamente.
Como contrapartida, la Unión Europea implementará apertura progresiva de sus fronteras comerciales para productos agrícolas latinoamericanos, estableciendo contingentes específicos que incluyen 99.000 toneladas métricas adicionales de carne vacuna, incrementos en importaciones de aves de corral, arroz, miel, soja y biocombustibles. Esta reciprocidad comercial representa el núcleo de tensiones que atraviesan el proceso de ratificación.
La protección de 350 indicaciones geográficas europeas constituye otro elemento fundamental del tratado, preservando denominaciones como queso parmesano reggiano para evitar imitaciones en territorios del Mercosur. Esta salvaguarda busca mantener ventajas competitivas de productos tradicionales europeos mientras facilita intercambios comerciales ampliados.
Francia emerge como líder de la oposición al tratado, argumentando que representa amenaza directa para sectores agrícolas sensibles incluyendo producción de carne vacuna, aves y azúcar. París exige cláusulas de salvaguardia reforzadas para proteger a productores nacionales de competencia sudamericana potencialmente desestabilizadora.
El timing político resulta particularmente complejo, coincidiendo con crisis gubernamental francesa donde François Bayrou enfrenta moción de confianza que podría derrocar su administración. Esta inestabilidad interna complica posicionamientos oficiales sobre el tratado y genera incertidumbres adicionales en el proceso de ratificación europeo.
La extrema derecha francesa ha denunciado posible "traición" de Emmanuel Macron si acepta el acuerdo, mientras organizaciones de izquierda radical convocan movilizaciones contra lo que caracterizan como "imposición" de Bruselas. Esta polarización política refleja tensiones más amplias sobre soberanía nacional versus integración continental que trascienden consideraciones puramente comerciales.
Para calmar resistencias, la Comisión Europea considera presentar anexo adicional que active medidas de protección ante perturbaciones del mercado agrícola. Sin embargo, sindicatos como la FNSEA mantienen oposición cerrada independientemente de modificaciones propuestas, evidenciando profundidad de rechazo sectorial al tratado.
Italia y Polonia se han sumado a reservas francesas, expresando descontento sobre impactos potenciales en sus sectores agrícolas respectivos. Esta coalición opositora complica cálculos políticos necesarios para aprobar el acuerdo en instituciones europeas donde se requieren mayorías específicas.
Alemania y España encabezan el campo favorable al tratado, destacando oportunidades para diversificar mercados, reducir dependencia china en minerales críticos como litio, y contrarrestar aranceles impuestos por Donald Trump a productos europeos en Estados Unidos. Estos países interpretan el acuerdo como herramienta estratégica de autonomía comercial europea.
Bruselas estima que exportadores europeos se ahorrarían más de 4.000 millones de euros anuales en aranceles gracias al tratado, considerado el mayor firmado por la Unión Europea en términos de reducciones comerciales absolutas. Estas proyecciones económicas sustentan argumentos favorables a la ratificación.
Organizaciones ecologistas, representadas por Amigos de la Tierra, califican el acuerdo como "destructor del clima", temiendo que mayor apertura comercial incentive deforestación en Amazonia y ecosistemas frágiles sudamericanos. Estas objeciones ambientales añaden dimensiones adicionales al debate sobre ratificación.
El tratado incluye compromisos para evitar deforestación a partir de 2030, aunque organizaciones no gubernamentales advierten sobre carencia de mecanismos efectivos de cumplimiento. Esta brecha entre compromisos formales y capacidades de enforcement genera escepticismo sobre efectividad real de salvaguardas ambientales.
La mecánica de ratificación requiere aprobación del Consejo Europeo y Parlamento Europeo, estableciendo múltiples instancias donde la oposición puede manifestarse. Para bloquear definitivamente el acuerdo, Francia necesitaría construir "minoría de bloqueo" con al menos tres países adicionales representando mínimo 35 por ciento de la población europea.
Los posicionamientos de Italia y Polonia sugieren que Francia podría alcanzar umbrales necesarios para obstruir ratificación, aunque dinámicas políticas pueden evolucionar durante el proceso de debate institucional. La complejidad de coaliciones necesarias introduce incertidumbres sobre resultados finales.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, busca completar ratificación antes de fin de 2025, coincidiendo con culminación de presidencia rotatoria brasileña del Mercosur bajo Luiz Inácio Lula da Silva. Este cronograma político añade presión temporal al proceso de negociación institucional europea.
Las divisiones internas europeas reflejan tensiones más amplias sobre modelos de globalización, protección de sectores tradicionales versus apertura comercial, y equilibrios entre consideraciones económicas y ambientales. El debate trasciende aspectos técnicos del tratado para abordar visiones divergentes sobre futuro europeo.
La presión de sectores agrícolas europeos representa factor determinante en posicionamientos nacionales, evidenciando influencia política de grupos de interés organizados sobre decisiones de política comercial externa. Esta dinámica ilustra complejidades de democracia representativa en contextos de integración continental.
El resultado del proceso de ratificación establecerá precedentes importantes para futuros acuerdos comerciales europeos, determinando equilibrios entre ambiciones geopolíticas de autonomía estratégica y resistencias internas de sectores potencialmente afectados por liberalización comercial ampliada.
Los próximos meses serán decisivos para determinar si la Unión Europea puede superar fragmentaciones internas y consolidar este acuerdo transformador, o si las resistencias nacionales prevalecerán sobre proyecciones de integración comercial transatlántica que promete remodelar relaciones económicas globales durante décadas futuras.
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