El hambre energético de la inteligencia artificial: los superordenadores podrían consumir tanta electricidad como una gran ciudad en 2030
La carrera tecnológica por desarrollar sistemas de inteligencia artificial cada vez más sofisticados está generando una demanda energética sin precedentes que podría alcanzar proporciones extraordinarias para finales de esta década
La carrera tecnológica por desarrollar sistemas de inteligencia artificial cada vez más sofisticados está generando una demanda energética sin precedentes que podría alcanzar proporciones extraordinarias para finales de esta década. Un reciente estudio del instituto Epoch AI revela que los superordenadores necesarios para impulsar la próxima generación de IA requerirán recursos energéticos equivalentes al consumo de hasta nueve millones de hogares para 2030.
La investigación, publicada esta semana por el centro de estudios con sede en San Francisco, señala que los requisitos de potencia de estos colosos informáticos continúan duplicándose aproximadamente cada doce meses desde 2019. Si esta tendencia se mantiene, las máquinas más avanzadas necesitarían aproximadamente 9 gigavatios (GW) de potencia en apenas cinco años, una magnitud comparable a la producción de nueve reactores nucleares funcionando simultáneamente.
Esta proyección representa un salto exponencial respecto a los superordenadores actuales. Los sistemas más potentes disponibles hoy requieren cerca de 300 megavatios (MW), suficientes para abastecer alrededor de 250.000 viviendas. El incremento previsto supone multiplicar por 30 esa capacidad en menos de un lustro.
Las dimensiones físicas de estos sistemas evolucionan a ritmo vertiginoso. Si actualmente el superordenador más grande conocido, el sistema Colossus desarrollado por xAI (la empresa de inteligencia artificial de Elon Musk), incorpora aproximadamente 200.000 semiconductores especializados con un costo estimado de 7.000 millones de dólares, el informe proyecta que su sucesor de 2030 podría requerir hasta 2 millones de chips y una inversión cercana a los 200.000 millones de dólares.
El cambio fundamental, según los investigadores de Epoch AI, radica en la transformación del propósito de estos sistemas. Mientras que anteriormente los superordenadores funcionaban principalmente como herramientas de investigación científica, ahora se están convirtiendo en "máquinas industriales que aportan valor económico" directo. Esta evolución ha impulsado inversiones masivas por parte de las principales corporaciones tecnológicas.
Las grandes empresas del sector se encuentran inmersas en una intensa competición por asegurar el acceso a la capacidad de cómputo necesaria para sus modelos cada vez más ambiciosos. Esta carrera refleja la convicción de que los avances en inteligencia artificial representarán una ventaja competitiva determinante en los próximos años.
OpenAI ejemplifica esta tendencia con su reciente presentación de Stargate, una iniciativa que cuenta con respaldo gubernamental estadounidense por valor de más de 500.000 millones de dólares distribuidos en cuatro años. El proyecto está orientado a desarrollar infraestructura crítica para IA, incluyendo sistemas de computación avanzados.
Nvidia, por su parte, ha anunciado inversiones similares para construir superordenadores especializados en territorio norteamericano, una decisión que recibió elogios públicos del presidente Donald Trump, quien calificó el movimiento como un componente fundamental para "la Edad de Oro de Estados Unidos".
El estudio de Epoch AI, basado en un conjunto de datos que abarca "aproximadamente el 10% de todos los chips de inteligencia artificial relevantes producidos en 2023 y 2024 y alrededor del 15% de las existencias de chips de las compañías más grandes a principios de 2025", advierte que este crecimiento acelerado plantea importantes desafíos energéticos.
Aunque la eficiencia energética de estos sistemas está mejorando progresivamente, los avances en este ámbito no resultan suficientes para compensar el incremento general en consumo eléctrico. Esta situación explica por qué compañías como Microsoft y Google han comenzado a explorar alternativas como la energía nuclear para satisfacer sus crecientes necesidades.
La dimensión de estos requerimientos energéticos suscita interrogantes sobre la sostenibilidad del modelo actual de desarrollo tecnológico. Si se cumplen las proyecciones del estudio, una sola instalación de supercomputación podría demandar recursos equivalentes al consumo de una metrópolis de tamaño medio, planteando considerables desafíos para las infraestructuras energéticas existentes.
El fenómeno representa un cambio de paradigma en la relación entre tecnología y recursos. Históricamente, los avances en miniaturización y eficiencia habían permitido reducir el consumo energético relativo de los sistemas informáticos. Sin embargo, la escala y complejidad de los modelos de IA contemporáneos está invirtiendo esta tendencia, generando necesidades energéticas que crecen más rápido que las mejoras en eficiencia.
Las implicaciones de este escenario trascienden el ámbito puramente tecnológico. La concentración de tal capacidad computacional en un número reducido de corporaciones plantea cuestiones sobre la distribución del poder en la economía digital del futuro.
Además, la dependencia de gigantescas instalaciones centralizadas contrasta con la visión inicial de internet como una red distribuida y resiliente. Los superordenadores de IA representan nodos críticos cuyo funcionamiento requiere infraestructuras especializadas y enormes recursos, configurando una arquitectura tecnológica fundamentalmente diferente.
El estudio de Epoch AI subraya que las tendencias actuales podrían modificarse por diversos factores. Avances inesperados en arquitecturas de computación, cambios regulatorios o transformaciones en el panorama empresarial podrían alterar significativamente las proyecciones. No obstante, la dirección general parece claramente establecida: los sistemas que impulsan la inteligencia artificial continuarán creciendo en tamaño, capacidad y demanda energética.
Esta realidad plantea un dilema fundamental para la industria tecnológica y los responsables políticos: cómo equilibrar la innovación en inteligencia artificial con consideraciones de sostenibilidad y acceso equitativo a los recursos. Las decisiones tomadas en los próximos años determinarán no solo el futuro de la tecnología, sino también su impacto en nuestras sociedades y en el planeta.
Mientras tanto, las empresas líderes del sector continúan apostando por esta visión maximalista del futuro computacional, convencidas de que los beneficios económicos y sociales justificarán las inversiones y el consumo de recursos. La carrera por construir máquinas cada vez más potentes refleja la convicción de que nos encontramos en los albores de una transformación tecnológica comparable a la revolución industrial, con todas sus promesas y desafíos.
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