Crisis de las lácteas argentinas se profundiza: cuatro grandes empresas al borde del colapso
El panorama para la industria láctea argentina se oscurece por momentos. Lo que comenzó como una situación difícil para algunos actores del sector se ha transformado en una crisis sistémica que amenaza con rediseñar por completo el mapa corporativo de la lechería nacional
El panorama para la industria láctea argentina se oscurece por momentos. Lo que comenzó como una situación difícil para algunos actores del sector se ha transformado en una crisis sistémica que amenaza con rediseñar por completo el mapa corporativo de la lechería nacional. Las ventas en caída libre, la persistente inflación y el incremento de los costos laborales han creado una tormenta perfecta que tiene a cuatro de las principales compañías del rubro enfrentando escenarios que van desde la paralización productiva hasta procesos concursales.
Alimentos Refrigerados S.A. (ARSA), propietaria de marcas populares como Yogs y Shimy, anunció que detendrá su producción durante los próximos 30 días. La empresa, vinculada a La Suipachense y controlada por el grupo venezolano Maralac, comunicó a sus empleados que enfrenta severas dificultades operativas y financieras derivadas de múltiples factores adversos.
En su comunicado, la compañía explicó que "los cortes prolongados de suministro eléctrico en las plantas, los embargos judiciales recientes en Córdoba provenientes de reclamos salariales individuales y la situación crítica de Vicentin" han restringido significativamente su capacidad para mantener la actividad productiva. Esta suspensión temporal representa el último capítulo de una relación conflictiva con el gremio ATILRA, que el año pasado amenazó con paralizar completamente las operaciones cuando la empresa intentó implementar suspensiones para compensar la reducción en sus ventas.
En paralelo, La Lácteo atraviesa una crisis igualmente severa, también con epicentro en Córdoba. La empresa aún arrastra las consecuencias de un bloqueo sindical que se extendió por dos meses a principios de 2024, episodio que provocó la pérdida de proveedores estratégicos, un desplome en la comercialización y serias dificultades para cumplir con las obligaciones salariales. Ante la imposibilidad de acceder a financiamiento fresco, la directiva de La Lácteo mantiene conversaciones avanzadas con La Ramada, firma santafesina que podría adquirir el 50% del paquete accionario según reportes de medios especializados como Bichos de Campo.
Estos casos se suman a la ya conocida situación de SanCor, emblema histórico del cooperativismo lechero argentino, que transita un concurso de acreedores con un horizonte incierto. El 29 de mayo vence el plazo para que los acreedores presenten la documentación necesaria para verificar créditos, paso previo a la determinación exacta del pasivo de la cooperativa, estimado en al menos 400 millones de dólares.
La otrora gigante del sector ha sufrido un dramático declive en su capacidad productiva, procesando actualmente menos de 60.000 litros diarios, cifra que representa apenas el 1,5% de los 4 millones que llegó a manejar en sus épocas de esplendor. Como parte de su estrategia de supervivencia, SanCor ha reducido significativamente su plantel laboral, pasando de 1.350 a 850 empleados en el último año mediante jubilaciones, despidos y retiros voluntarios.
Completando el cuadro crítico se encuentra La Serenísima, cuyo futuro corporativo está en plena definición. La centenaria empresa fundada por la familia Mastellone se encuentra en la recta final de un proceso que determinará si la oferta conjunta presentada por Arcor y Danone para adquirir el control mayoritario será finalmente aceptada por los accionistas actuales. La negociación ha entrado en una cuenta regresiva de aproximadamente 30 días después de que el directorio de Mastellone rechazara la propuesta inicial por considerarla insuficiente.
Carlos Agote, CEO de la láctea, comunicó formalmente a la Comisión Nacional de Valores la postura de los accionistas que aún controlan el 49% de la compañía. Según fuentes del mercado, la oferta presentada por Arcor y Danone está muy por debajo de las expectativas y resulta incluso inferior a lo obtenido en operaciones anteriores cuando la familia fundadora comenzó a ceder progresivamente su participación accionaria.
La crisis del sector lácteo no se desarrolla de manera aislada. Otras alimenticias también evidencian signos de estrés financiero y operativo. Nestlé inició 2025 con una reducción significativa de su producción, mientras que Dánica experimentó un cierre temporal de su planta en Lavallol, que si bien logró reabrir, mantiene interrogantes sobre su viabilidad a mediano plazo.
Analistas del sector identifican múltiples factores detrás de esta crisis generalizada. La prolongada contracción del consumo interno ha reducido significativamente los volúmenes de venta, mientras que la inflación, aunque desacelerándose según los últimos datos oficiales, continúa presionando los costos operativos. A esto se suma un incremento sostenido en los costos laborales y conflictos recurrentes con el sindicato ATILRA, que ha demostrado gran capacidad de presión mediante medidas como bloqueos y paros.
El contexto macroeconómico tampoco favorece. La estabilización del tipo de cambio en niveles inferiores a la banda cambiaria, estrategia central del ministro Luis Caputo para desacelerar la inflación, ha reducido la competitividad externa de productos que podrían encontrar mercados alternativos ante la caída del consumo doméstico.
La situación energética representa otro obstáculo significativo. ARSA mencionó específicamente los cortes prolongados de suministro eléctrico como uno de los factores que forzaron su decisión de suspender temporalmente la producción, problema que afecta particularmente a industrias intensivas en consumo energético como las lácteas.
El acceso al crédito constituye otra barrera formidable. Con tasas de interés que siguen siendo elevadas en términos reales y un sistema financiero cauteloso ante sectores en dificultades, las empresas lácteas encuentran prácticamente imposible obtener financiamiento para capital de trabajo o reestructuración de pasivos.
En el caso particular de ARSA, la crisis de Vicentin ha agregado una capa adicional de complejidad. La interconexión entre distintos actores de la cadena agroalimentaria hace que los problemas de una empresa de la magnitud de la cerealera santafesina generen efectos en cascada que alcanzan a otros sectores.
Consultores especializados en la industria alimenticia advierten que, de persistir las condiciones actuales, la lista de empresas lácteas en situación crítica podría expandirse en los próximos meses. La combinación de márgenes comprimidos, volúmenes de venta reducidos y costos en ascenso representa una ecuación insostenible para numerosos actores del sector.
Esta crisis sectorial podría acelerar un proceso de concentración que se venía gestando desde hace años. Las empresas con respaldo de grandes grupos, mayor diversificación productiva o acceso privilegiado a mercados externos estarían en mejores condiciones para sobrevivir e incluso expandirse mediante la adquisición de competidores en dificultades.
Mientras tanto, cooperativas y empresas medianas independientes enfrentan un escenario particularmente adverso, con opciones limitadas que van desde asociaciones estratégicas hasta procesos de venta o reestructuración radical de sus operaciones.
Lo que está en juego trasciende la suerte individual de cada compañía para plantear interrogantes sobre el futuro modelo productivo de una industria históricamente relevante para la economía argentina, la soberanía alimentaria y el desarrollo de numerosas economías regionales vinculadas a la producción primaria de leche.
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