Industria argentina adopta estrategia defensiva ante récord histórico de importaciones
El sector manufacturero argentino experimenta una transformación estructural que evidencia las tensiones del modelo económico actual. Las importaciones alcanzaron el 32.4% del Producto Bruto Interno durante junio, estableciendo un máximo histórico en el último siglo
El sector manufacturero argentino experimenta una transformación estructural que evidencia las tensiones del modelo económico actual. Las importaciones alcanzaron el 32.4% del Producto Bruto Interno durante junio, estableciendo un máximo histórico en el último siglo, mientras empresas multinacionales y nacionales adoptan estrategias de supervivencia que priorizan la importación sobre la fabricación doméstica.
La decisión de Kenvue, propietaria de marcas reconocidas en higiene femenina como Siempre Libre y Carefree, de clausurar completamente su planta productiva en el partido bonaerense de Pilar para abastecer el mercado argentino desde Brasil, representa el caso más reciente de una tendencia que se profundiza en el sector industrial nacional.
Esta estrategia empresarial se inscribe en un contexto donde las cantidades importadas experimentaron un crecimiento superior al 53% durante junio, impulsadas tanto por la reactivación económica como por los incentivos inherentes al esquema macroeconómico vigente, caracterizado por la apreciación cambiaria y la apertura comercial acelerada.
El fenómeno trasciende sectores específicos y alcanza dimensiones sistémicas. Kimberly-Clark había comunicado el mes anterior el cierre definitivo de su planta pilarense, que empleaba más de 200 trabajadores, optando por concentrar sus operaciones en la provincia de San Luis. Esta decisión corporativa ilustra la presión que enfrentan las manufacturas establecidas en el área metropolitana bonaerense.
Los analistas especializados en desarrollo productivo identifican un patrón recurrente en la economía argentina. Agostina Monti Salías, experta en la materia, contextualiza estos movimientos empresariales dentro de una secuencia histórica, recordando que durante el período 2016-2018, condiciones similares de apertura comercial y apreciación del tipo de cambio real obligaron a numerosas empresas a implementar estrategias comparables de reconversión productiva.
La especialista describe la situación actual como un "triple impacto estructural sobre la competitividad industrial" que opera simultáneamente en múltiples dimensiones. El tipo de cambio real mantiene niveles de apreciación que encarecen artificialmente los productos nacionales frente a las alternativas importadas, creando una desventaja competitiva sistemática para la producción doméstica.
Simultáneamente, la presión tributaria presenta características tanto cuantitativas como cualitativas problemáticas. El sistema impositivo no solo impone cargas elevadas sino que está mal diseñado, recayendo desproporcionadamente sobre la producción formal mientras genera menores cargas relativas para otras actividades económicas, distorsionando la asignación de recursos y desincentivando la manufactura.
El tercer componente del impacto estructural radica en las condiciones financieras adversas. Las tasas de interés reales elevadas, combinadas con la volatilidad financiera persistente, tornan inviable el acceso al financiamiento productivo, limitando las posibilidades de inversión y modernización tecnológica que permitirían mantener competitividad frente a las importaciones.
En este escenario restrictivo, las firmas industriales, particularmente las pequeñas y medianas empresas, implementan decisiones que Monti Salías caracteriza como defensivas. Estas estrategias incluyen la importación de productos terminados para preservar presencia comercial y la sustitución de insumos nacionales por alternativas importadas más económicas.
La analista enfatiza que estas decisiones empresariales no responden a conveniencia estratégica sino a la ausencia de alternativas viables de supervivencia bajo las condiciones macroeconómicas e institucionales actuales. Las empresas enfrentan una disyuntiva binaria entre adaptación radical y cierre definitivo.
Carlos Bender, propietario de Lumilagro, sintetiza esta realidad empresarial con la expresión "adaptarse o morir". Su empresa experimentó directamente las consecuencias de los cambios en la política comercial cuando el gobierno eliminó una medida antidumping que protegía su sector. La respuesta empresarial consistió en modificar completamente el mix productivo, volcando más del 60% del negocio hacia la importación.
Lumilagro redujo su planta de personal y concentró la producción nacional en apenas dos modelos de termos, manteniendo 65 empleados en su planta bonaerense. Esta reconversión ilustra cómo las empresas sacrifican capacidad productiva y empleo doméstico para mantener viabilidad comercial mediante la importación.
La consultora Audemus proporciona perspectiva adicional sobre la paradoja sectorial actual. A pesar del contexto de reactivación económica y desaceleración inflacionaria, la industria no ha experimentado una reacción positiva, manteniéndose en la mayoría de los casos por debajo de los niveles registrados durante 2023.
Esta aparente contradicción se explica por la combinación específica entre apertura económica y atraso cambiario, que genera condiciones asimétricas donde los incentivos favorecen sistemáticamente la importación sobre la producción nacional. La consultora documenta más de una docena de medidas implementadas que facilitaron las importaciones, contrastando con un vacío extenso en mejoras de las condiciones para producir localmente.
El análisis histórico revela la excepcionalidad de las condiciones cambiarias actuales. Solo en 12 de los últimos 55 años el tipo de cambio registró niveles tan bajos como los actuales, evidenciando que la apreciación cambiaria presente constituye una anomalía estadística que genera distorsiones significativas en la competitividad relativa entre producción nacional e importaciones.
Esta situación configura lo que los analistas denominan una "selección natural" empresarial, donde sobreviven únicamente las firmas capaces de implementar estrategias de reconversión radical, mientras que aquellas dependientes exclusivamente de la producción nacional enfrentan viabilidad decreciente.
El sector petroquímico, la industria del calzado deportivo y la manufactura automotriz ya habían evidenciado esta tendencia con casos resonantes que precedieron las decisiones recientes en higiene personal. La automotriz Nissan representa otro ejemplo prominente de empresas que priorizan estrategias de importación sobre mantenimiento de capacidad productiva nacional.
Los efectos agregados trascienden las decisiones empresariales individuales y configuran una transformación estructural del perfil productivo argentino. La participación creciente de importaciones en el PIB refleja una pérdida sistemática de capacidades manufactureras domésticas, con implicancias de mediano y largo plazo para el empleo industrial y la complejidad económica nacional.
La industria manufacturera opera en lo que los analistas denominan "modo defensivo", caracterizado por decisiones reactivas que priorizan supervivencia inmediata sobre expansión productiva. Esta modalidad contrasta con períodos de crecimiento donde las empresas implementan estrategias ofensivas orientadas a ampliación de capacidades y conquista de mercados.
Las condiciones actuales configuran un escenario donde la competencia no se desarrolla en una "cancha nivelada", según expresiones del sector empresarial. La apertura comercial opera en un contexto de inestabilidad financiera persistente y tipo de cambio históricamente bajo, generando asimetrías que favorecen sistemáticamente las importaciones frente a la producción nacional.
Esta transformación del tejido productivo argentino evidencia las tensiones inherentes a la implementación simultánea de políticas de estabilización macroeconómica y apertura comercial, cuyos efectos distributivos recaen particularmente sobre el sector manufacturero nacional y sus cadenas de empleo asociadas.
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