Mar-a-Lago fue testigo anoche de un encuentro que parecía sacado de un guion de Hollywood: el ícono del boxeo cinematográfico, Sylvester Stallone, y el presidente argentino Javier Milei protagonizaron un momento que fusionó la épica del cine con la política internacional.

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En una velada que ya era histórica por la presencia de Donald Trump y Elon Musk, el creador de Rocky Balboa no pudo resistirse al carisma del mandatario argentino. El momento cumbre llegó cuando Stallone, en un gesto que hizo delirar a los presentes, apoyó su mentón sobre el puño de Milei, recreando la icónica pose que lo inmortalizó en la saga que revolucionó Hollywood.

La química entre ambos fue instantánea. Entre abrazos y risas, el encuentro transformó por unos minutos el elegante salón de Mar-a-Lago en lo más parecido a un set de filmación. Hasta Karina Milei, la arquitecta del éxito presidencial, se sumó a la sesión fotográfica con la leyenda del cine.

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El timing fue perfecto. Minutos antes, Milei había electrizado a la audiencia con un discurso que hizo que hasta Trump interrumpiera su agenda para escucharlo. "Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la libertad", tronó el presidente argentino, en una performance que hubiera hecho palidecer a cualquier guionista de Hollywood.

La noche alcanzó su clímax cuando Trump, visiblemente impresionado, subió al escenario para elogiar a su par argentino: "Make Argentina Great Again", improvisó el magnate, en un guiño que fusionó su propio slogan con el proyecto libertario de Milei.

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Entre el público selecto que asistió al evento organizado por el think tank republicano, el encuentro Stallone-Milei se robó el show. No era para menos: el hombre que inmortalizó al boxeador que se levantó desde las calles de Filadelfia para conquistar el mundo, rendía tributo al economista outsider que llegó a la presidencia desafiando todo pronóstico.

La velada, documentada por Santiago Oría, director de realizaciones audiovisuales del Gobierno, quedará en la historia como el momento en que la política y el entretenimiento se fundieron en un abrazo tan inesperado como significativo. Rocky Balboa, el símbolo eterno del underdog que triunfa contra todo pronóstico, encontró en el León argentino a un digno heredero de su espíritu combativo.

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En los pasillos de Mar-a-Lago, mientras la élite conservadora americana aplaudía el espectáculo, quedó flotando una pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que un presidente latinoamericano logró cautivar por igual a un ícono de Hollywood, al próximo presidente estadounidense y al hombre más rico del mundo? La respuesta, como el puño en alto de Rocky, quedará grabada en la memoria colectiva.