La vuelta de los "Argendólares": Milei impulsa créditos baratos en dólares para movilizar los ahorros en el colchón
La administración de Javier Milei se encuentra en la fase final de diseño de un mecanismo que podría revolucionar el mercado crediticio nacional: la implementación de tasas de interés significativamente más bajas para préstamos denominados en moneda estadounidense
La administración de Javier Milei se encuentra en la fase final de diseño de un mecanismo que podría revolucionar el mercado crediticio nacional: la implementación de tasas de interés significativamente más bajas para préstamos denominados en moneda estadounidense. Esta estrategia constituye el elemento central de lo que el ministro Luis Caputo denomina "dolarización endógena", un proceso destinado a movilizar los miles de millones de dólares que los argentinos mantienen fuera del sistema financiero formal.
La declaración de Caputo sobre que "todo comerciante que ofrezca ventas a plazos en dólares experimentará un incremento sustancial en su demanda" revela la lógica gubernamental: únicamente mediante incentivos crediticios diferenciados será posible convencer a los ciudadanos de utilizar sus ahorros en moneda extranjera para transacciones cotidianas, abandonando así la tradicional función de reserva de valor que históricamente le han asignado.
Esta aproximación surge tras el reconocimiento implícito del fracaso de medidas anteriores destinadas a promover la competencia monetaria. A finales del año pasado, las autoridades habilitaron el uso de tarjetas de débito y billeteras digitales para pagos directos en dólares, eliminando así los costos asociados al cambio de moneda. Sin embargo, la iniciativa no logró modificar comportamientos arraigados: los consumidores persistían en conservar dólares como refugio de valor mientras gastaban pesos, moneda hacia la cual mantienen desconfianza histórica.
La experiencia turística constituye una excepción notable en este panorama. El Banco Central registra que más de la mitad de los 700 millones de dólares mensuales que salen por servicios corresponden a gastos directos de viajeros en el exterior. Este comportamiento se explica por el poderoso incentivo fiscal: quienes optan por pagar con tarjeta de crédito y aguardar la conversión posterior a pesos enfrentan un sobrecosto del treinta por ciento por percepciones del impuesto a las Ganancias.
El precedente histórico más relevante para comprender esta estrategia se encuentra en la década de convertibilidad. Durante aquellos años, comerciantes de electrodomésticos rutinariamente consultaban a compradores si preferían financiamiento en pesos o dólares. A pesar de la paridad legal establecida, existían diferencias sustanciales en las tasas aplicadas: los créditos en moneda estadounidense resultaban considerablemente más económicos que sus equivalentes en moneda nacional.
Esta disparidad generaba tensiones dentro del gobierno de Carlos Menem y Domingo Cavallo, quienes interpretaban la diferencia como señal de desconfianza del sistema bancario respecto a la sostenibilidad del esquema cambiario. Consecuentemente, ambos funcionarios presionaban sistemáticamente a las entidades financieras para reducir las tasas en eventos empresariales, aunque los diferenciales persistían debido a condiciones de liquidez y flujos de capital variables.
La crisis del "efecto Tequila" marcó un punto de inflexión durante aquel período, cuando la salida súbita del veinte por ciento de los depósitos bancarios provocó un endurecimiento generalizado de las condiciones crediticias. Esta experiencia dejó lecciones cruciales sobre los riesgos asociados con el endeudamiento en moneda extranjera para deudores con ingresos en pesos, situación que actualmente permanece vedada para personas físicas.
El actual gobierno ha flexibilizado parcialmente estas restricciones para empresas, permitiendo que compañías no exportadoras accedan a financiamiento en dólares. Esta política se complementa con estímulos para la emisión de Obligaciones Negociables corporativas, instrumentos que ofrecen ahorros financieros significativos comparados con líneas crediticias tradicionales en pesos. Las entidades bancarias pueden participar en estas operaciones utilizando fondeos propios obtenidos en mercados externos, dado que los depósitos de ahorristas en dólares no pueden destinarse a estas inversiones.
La estrategia gubernamental persigue beneficios duales: la sustitución parcial del peso por el dólar contribuye tanto a la desinflación como a la estabilización cambiaria, mientras que indirectamente fortalece las reservas brutas del Banco Central mediante encajes bancarios incrementados.
La extensión de este esquema hacia consumidores individuales genera controversias significativas. El interrogante fundamental radica en determinar el mecanismo de devolución: si mediante dólares físicos o "argendólares", es decir, pesos convertidos al tipo de cambio vigente al momento del pago. Esta distinción resulta crucial para evaluar riesgos sistémicos.
Economistas especializados advierten que cualquier sistema de estas características requiere como condición indispensable la estabilidad cambiaria sostenida. Fluctuaciones abruptas del tipo de cambio comprometerían simultáneamente a consumidores, cuyas obligaciones se encarecerían en términos de pesos, y a bancos previamente endeudados en moneda estadounidense.
Un alto ejecutivo de una entidad financiera extranjera expresó reservas sobre la flexibilización crediticia para sectores no generadores de divisas. Su preocupación se centra en evitar la repetición de errores noventistas, cuando se otorgaron préstamos hipotecarios en dólares a asalariados en pesos y créditos a pequeñas y medianas empresas orientadas al mercado interno.
El debate incluye consideraciones sobre sectores como desarrollo inmobiliario y concesionarios automotrices, cuyos productos se comercializan en dólares. Desde perspectivas más conservadoras, estos empresarios tampoco califican como generadores genuinos de divisas, dado que sus compradores deben adquirir moneda extranjera en el mercado local.
Esta distinción técnica cobra relevancia durante crisis sistémicas, cuando la separación entre categorías de depósitos puede resultar más compleja de lo anticipado. Analistas críticos recuerdan que "el dinero es fungible", sugiriendo que durante emergencias financieras la segregación entre dólares de diferentes orígenes podría no resultar tan efectiva como contempla la normativa actual.
Las autoridades del Banco Central han implementado resguardos específicos para depósitos de ahorristas en dólares, aunque estas garantías no necesariamente implican protección absoluta durante crisis sistémicas. La experiencia internacional demuestra que episodios de estrés financiero severo pueden superar incluso marcos regulatorios robustos.
La implementación exitosa de créditos más baratos en dólares requerirá equilibrar incentivos suficientes para movilizar ahorros informales con salvaguardas prudenciales que eviten la replicación de vulnerabilidades históricas. Este balanceado constituye uno de los principales desafíos para una economía que busca modernizar su estructura monetaria sin comprometer la estabilidad financiera alcanzada tras décadas de volatilidad.
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