Gobierno permitirá la marcha universitaria, de esta tarde, sin aplicar el Protocolo Anti Piquetes
La administración nacional ha decidido adoptar una estrategia de contención pasiva ante la masiva movilización universitaria programada para este martes, renunciando a la aplicación de protocolos de control que han caracterizado respuestas oficiales anteriores a manifestaciones públicas
La administración nacional ha decidido adoptar una estrategia de contención pasiva ante la masiva movilización universitaria programada para este martes, renunciando a la aplicación de protocolos de control que han caracterizado respuestas oficiales anteriores a manifestaciones públicas. Esta decisión estratégica refleja el reconocimiento gubernamental sobre la magnitud esperada de la convocatoria y su potencial impacto político en un momento de alta tensión legislativa.
El Ministerio de Seguridad ha diseñado un operativo específico centrado en la instalación de barreras físicas en el perímetro del Congreso Nacional, priorizando la separación espacial entre fuerzas federales y manifestantes por sobre medidas de dispersión activa. Esta aproximación marca un contraste notable con intervenciones previas donde la autoridad gubernamental había privilegiado estrategias más agresivas para mantener el orden público.
La coordinación del dispositivo de seguridad recae sobre un comando unificado que integra efectivos de Gendarmería Nacional, Policía Federal Argentina, Prefectura Naval y Policía Aeroportuaria. Fuentes oficiales han confirmado que la intervención de estos cuerpos se limitará únicamente a situaciones donde los participantes intenten derribar o traspasar las vallas de contención establecidas previamente.
La Marcha Federal Universitaria, convocada para las 17 horas en Plaza del Congreso, coincidirá temporalmente con la sesión de la Cámara de Diputados destinada a evaluar la reversión de dos controvertidos vetos presidenciales. Esta sincronización no casual busca maximizar la presión política sobre los legisladores que deben decidir sobre el financiamiento universitario y la emergencia sanitaria pediátrica.
Sergio Neiffert, secretario de Inteligencia del Estado, mantuvo reuniones de coordinación en las oficinas del asesor presidencial Santiago Caputo, replicando protocolos aplicados en anteriores movilizaciones de gran envergadura. Esta rutina institucional evidencia la preparación sistemática del gobierno para eventos que considera de alto riesgo político y social.
La colaboración con la Policía de la Ciudad de Buenos Aires forma parte integral del operativo, reconociendo que la manifestación trascenderá los límites físicos del área congressional y requerirá coordinación entre jurisdicciones. Esta articulación intergubernamental busca evitar vacíos operativos que podrían comprometer la efectividad del control territorial.
Desde Casa Rosada, las expectativas gubernamentales sobre la capacidad de sostener los vetos presidenciales en la Cámara Baja son moderadas. Esta evaluación interna reconoce implícitamente la fortaleza de la coalición opositora y el impacto que la movilización social podría ejercer sobre legisladores indecisos o pertenecientes a bloques con posiciones ambiguas.
La caracterización oficial de la marcha como de naturaleza "política" forma parte de la estrategia comunicacional gubernamental para deslegitimar las demandas sectoriales. Esta narrativa oficial busca minimizar el carácter académico y profesional de los reclamos, presentándolos como maniobras partidarias destinadas a obstruir políticas de ajuste fiscal.
El compromiso gubernamental de dilatar la aplicación presupuestaria en caso de ratificación legislativa de la ley vetada revela la persistencia de resistencias ejecutivas aún ante eventuales derrotas parlamentarias. Esta posición anticipa conflictos institucionales adicionales y sugiere que la confrontación trascenderá el ámbito legislativo inmediato.
La adhesión de la Confederación General del Trabajo a la movilización universitaria amplifica significativamente su alcance social y político. La participación sindical transforma una demanda sectorial específica en una expresión más amplia de descontento con políticas gubernamentales que afectan múltiples áreas del Estado social.
La confluencia de diversos sectores políticos opositores, incluyendo el Partido Justicialista, la Unión Cívica Radical, Coalición Cívica, Volvamos Buenos Aires y el Frente de Izquierda, configura una alianza táctica que trasciende diferencias ideológicas tradicionales. Esta convergencia opositora representa uno de los desafíos más significativos enfrentados por la administración desde su asunción.
El anuncio de incrementos presupuestarios para 2026, elevando las partidas universitarias a 4,8 billones de pesos, constituye un intento gubernamental tardío de descomprimir las tensiones sectoriales. Sin embargo, la persistencia de la convocatoria a la manifestación evidencia la insuficiencia de estas concesiones para satisfacer las demandas planteadas.
Los aumentos del 5% en jubilaciones y del 17% en Salud, promovidos por el equipo técnico del Ministerio de Economía, forman parte de una estrategia más amplia de redistribución presupuestaria orientada a minimizar conflictos sociales. Estas medidas reflejan el reconocimiento gubernamental sobre la necesidad de equilibrar objetivos fiscales con demandas sociales crecientes.
La justificación oficial del veto presidencial se sustenta en estimaciones que calculan un costo de 1,06 billones de pesos para el presupuesto 2025. Esta cifra, basada en la prórroga ajustada por inflación de partidas correspondientes a 2023, constituye el argumento central de la resistencia ejecutiva a las demandas universitarias.
La invocación del artículo 38 de la Ley 24.156 de Administración Financiera, que exige especificación de recursos para nuevos gastos, proporciona sustento legal a la posición gubernamental. Este marco normativo permite al Ejecutivo presentar su oposición como defensa de la legalidad presupuestaria y no como resistencia política a demandas sectoriales legítimas.
La decisión gubernamental de permitir la manifestación sin aplicar protocolos represivos sugiere un cálculo político complejo. Por un lado, evita la generación de imágenes de conflicto que podrían fortalecer narrativas opositoras sobre autoritarismo gubernamental. Por otro, reconoce implícitamente la legitimidad social de los reclamos universitarios y la inconveniencia política de confrontar directamente con un sector que goza de amplio respaldo ciudadano.
El operativo de seguridad diseñado refleja lecciones aprendidas de episodios anteriores donde la intervención policial generó costos políticos superiores a los beneficios obtenidos en términos de control del orden público. Esta evolución táctica evidencia la adaptación gubernamental a dinámicas sociales cambiantes y la búsqueda de equilibrios entre autoridad estatal y tolerancia democrática.
La simultaneidad entre movilización social y debate parlamentario configura un escenario de máxima tensión política donde convergen presiones callejeras y institucionales. Esta confluencia temporal no casual busca maximizar el impacto sobre legisladores que deben decidir en un contexto de alta visibilidad pública y presión social directa.
El resultado de esta jornada trascenderá las decisiones específicas sobre financiamiento universitario, estableciendo precedentes sobre la capacidad gubernamental para sostener políticas controvertidas frente a coaliciones opositoras amplias. La gestión de esta crisis constituirá una prueba definitiva sobre la estabilidad política del proyecto gubernamental y su capacidad de navegación en contextos de alta conflictividad social.
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