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El Observatorio de Argentinos por la Educación, en su último informe titulado "Presupuesto educativo nacional 2025", revela datos alarmantes. La inversión nacional en la función "Educación y Cultura" ha sufrido una caída del 40,2% en términos reales
Economía17/10/2024 13News-EconomíaArgentina enfrenta la caída más pronunciada en el presupuesto destinado a educación desde el retorno a la democracia. Con una reducción del 40% en comparación con el año anterior, esta decisión del gobierno de Javier Milei ha desencadenado una ola de protestas y plantea serias preguntas sobre el futuro de la educación en el país.
El Observatorio de Argentinos por la Educación, en su último informe titulado "Presupuesto educativo nacional 2025", revela datos alarmantes. La inversión nacional en la función "Educación y Cultura" ha sufrido una caída del 40,2% en términos reales. Si se consideran únicamente los fondos de la ahora Secretaría (anteriormente Ministerio) de Educación, el recorte alcanza un impactante 43%.
Para poner estas cifras en perspectiva, es crucial entender que el ajuste aplicado al sistema educativo casi duplica la reducción general del gasto público nacional, que se sitúa en un 21,1%. En otras palabras, la educación ha sido uno de los sectores más duramente golpeados por la política de austeridad del gobierno actual.
Este recorte no tiene precedentes en la historia reciente de Argentina. En los 40 años transcurridos desde el retorno a la democracia, solo se registra una reducción comparable en 1992, cuando el presupuesto educativo cayó un 41%. Sin embargo, aquella reducción fue consecuencia directa de la Ley 24.049 de 1991, que transfirió la responsabilidad de las escuelas secundarias y los institutos terciarios del ámbito nacional a las provincias, como parte de una reforma estructural del Estado.
Lo que hace particularmente notable el recorte actual es que supera incluso las reducciones presupuestarias experimentadas durante las crisis económicas más severas de las últimas décadas. Durante la hiperinflación de 1989, el ajuste en educación fue del 24%, mientras que en la crisis de 2002, la reducción alcanzó el 15%. El ajuste de 2024 supera ampliamente estos porcentajes, planteando interrogantes sobre la sostenibilidad y las consecuencias a largo plazo de esta decisión.
El impacto de este recorte se siente en todos los niveles del sistema educativo. Las universidades han visto una reducción del 30% en sus fondos, lo que ha desencadenado protestas masivas y ocupaciones de campus en todo el país. Pero el golpe más duro lo han recibido los programas destinados a la educación obligatoria. Conectar Igualdad, un programa emblemático que buscaba reducir la brecha digital, sufrió un recorte del 71%. Los fondos para infraestructura y equipamiento cayeron un 64%, mientras que las acciones de formación docente y tecnológica experimentaron reducciones del 57%.
Uno de los golpes más significativos fue la eliminación, en enero, del Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID), que representaba un aporte crucial de la Nación a los salarios docentes. Con una caída del 93%, este recorte amenaza con profundizar la crisis salarial que ya enfrentaban los educadores en muchas provincias del país.
El gobierno de Milei ha justificado estos recortes como parte de un necesario ajuste fiscal para estabilizar la economía. Sin embargo, críticos y expertos en educación argumentan que el costo a largo plazo de desfinanciar el sistema educativo podría ser mucho mayor que cualquier ahorro a corto plazo.
Javier Curcio, investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de UBA Conicet y coautor del informe, subraya la gravedad de la situación: "Se requiere un gran acuerdo nacional para identificar los problemas a resolver, organizar las respuestas y dotar de financiamiento adecuado a las intervenciones que cada nivel de gobierno debe ejercer para avanzar en el camino de superar la tragedia educativa que atravesamos".
Las proyecciones para 2025 no ofrecen mucho consuelo. Aunque el proyecto de presupuesto prevé un aumento interanual de los recursos para educación con respecto a 2024, la magnitud del recorte actual es tal que no se espera una recuperación a los niveles de 2023. Incluso con el aumento proyectado, la inversión nacional en educación en 2025 será del 0,88% del PBI, muy por debajo del 1,48% invertido en 2023.
Esta reducción drástica del presupuesto educativo contrasta fuertemente con el consenso expresado en iniciativas como el Acuerdo por la Educación, impulsado por Argentinos por la Educación. Este acuerdo, que contó con el apoyo de un amplio espectro de la sociedad civil y política, identificó como una de sus prioridades "asegurar el piso de inversión del 6% del PIB en educación obligatoria incrementando la participación nacional". La realidad presupuestaria actual no solo no cumple con esta meta, sino que se aleja dramáticamente de ella.
El impacto de estos recortes se siente de manera desigual en diferentes áreas del sistema educativo. Mientras que el programa "Gestión educativa y políticas socioeducativas" experimentó un aumento del 15% en 2024 y se proyecta un incremento adicional del 14% para 2025, la mayoría de los otros programas sufrieron recortes significativos o fueron directamente eliminados.
Una de las pocas novedades positivas en el horizonte educativo es la aparición en el presupuesto 2025 del Plan Nacional de Alfabetización, al que se le asignará el 11,6% del presupuesto educativo nacional. Este plan, impulsado por la Secretaría de Educación en conjunto con el Consejo Federal de Educación, representa la principal iniciativa del gobierno nacional para la educación obligatoria. Sin embargo, incluso con esta nueva asignación, dos tercios del presupuesto educativo nacional (66,5%) se destinarán a las universidades, dejando solo un tercio para las escuelas, jardines e institutos superiores que dependen de las provincias.
La comunidad educativa ha respondido a estos recortes con una serie de protestas y medidas de fuerza. Dos marchas federales en abril y octubre, seguidas de tomas de universidades públicas y un plan de lucha anunciado por los sindicatos en todo el país, son testimonio de la creciente tensión entre el gobierno y el sector educativo.
El debate sobre el presupuesto educativo trasciende las cifras y toca el corazón de lo que Argentina aspira a ser como nación. La educación ha sido históricamente un pilar fundamental de la identidad nacional y un motor de movilidad social. El desfinanciamiento actual plantea serias preguntas sobre el compromiso del país con estos ideales y sobre las perspectivas de desarrollo a largo plazo.
Mientras el gobierno argumenta que estos recortes son necesarios para sanear las finanzas públicas y sentar las bases de una recuperación económica sostenible, los críticos advierten sobre el peligro de sacrificar el futuro en aras de un ajuste fiscal a corto plazo. La pregunta que queda flotando en el aire es si Argentina puede permitirse el lujo de reducir tan drásticamente la inversión en educación, especialmente en un momento en que el país enfrenta desafíos económicos y sociales sin precedentes.
El camino hacia adelante es incierto. La recuperación del presupuesto educativo a niveles pre-2024 parece improbable en el corto plazo, lo que plantea desafíos significativos para mantener la calidad y el acceso a la educación en todos los niveles. La comunidad educativa, los políticos y la sociedad civil se encuentran ahora ante la tarea urgente de buscar soluciones creativas y consensos que permitan mitigar el impacto de estos recortes y asegurar que la educación siga siendo una prioridad nacional.
En última instancia, el debate sobre el presupuesto educativo es un debate sobre el tipo de sociedad que Argentina aspira a construir. Las decisiones tomadas hoy tendrán repercusiones que se extenderán mucho más allá del año fiscal actual, moldeando las oportunidades y perspectivas de generaciones futuras. En este contexto, la pregunta no es solo cuánto puede permitirse gastar Argentina en educación, sino cuánto puede permitirse no invertir en el futuro de su gente.
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